jueves, 11 de diciembre de 2008

LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE DE J. ORTEGA Y GASSET


En 1925, apareció en las ediciones de la Revista de Occidente un libro de José Ortega y Gasset, tamaño 17,5 por 12,5 centímetros, en cuya cubierta, con letras verdes, con el título «La Deshumanización del Arte». Luego, en subtítulo decía «e Ideas sobre la Novela». El volumen, de sólo 170 páginas y el nada desdeñable precio, para la época, de cinco pesetas, se había impreso en la imprenta Caro Raggio, de la madrileña calle de Mendizábal, y dejaba tan sólo para el índice el descubrimiento de un tercer y más breve texto: «El arte en presente y en pretérito», dedicado a la Exposición de Artistas Españoles.

Esta pequeña obra que hoy no alcanza a sobrepasar las 50 páginas intenta exponer con un título atrevido las características del nuevo arte (o arte joven como lo llama seguidamente el autor) que habrá causado más de alguna polémica entre los ambientes intelectuales y artísticos de la época. Sin lugar a dudas acercarse a su lectura no nos puede dejar impávidos, tiene un cierto carácter polémico que lo vuelve atractivo e incluso motiva a detenerse una y otra vez en algunas ideas que no están exentas de actualidad.

Resulta provocador el mismo título de la obra de Ortega, ya que, hablar de deshumanización del arte puede tener muchas interpretaciones y/o malas interpretaciones. Porque des-humanizar puede significar, entre otras cosas, que el arte hace al hombre algo infrahumano. Deshumanizar significa, desde el arte, que el mismo arte se desliga de la esencia de lo humano y ya no tiene ninguna referencia a él, a su mundo vital. Esto es lo que nos quiere exponer nuestro autor en las líneas de su obra, las que contrapondremos con la postura analizada en nuestro curso por Gadamer.

El libro comienza con un capítulo que ya nos adelanta una lectura compleja; “la impopularidad del arte nuevo”. Con esta idea se articula el texto. “Todo arte joven es impopular, y no por caso o accidente, sino en virtud de su destino esencial”[1]. El arte moderno, la vanguardia, es un arte impopular, es decir, no goza de la comprensión de todo el público y sólo es una fascinación reservada a un grupo de hombres. Esto lo convierte en algo antipopular, es decir, se trata del arte algo así como contrario a la gente, es algo poco accesible a gran parte de las personas, por su esencia misma; “El estilo que innova tarda algún tiempo en conquistar la popularidad; no es popular, pero tampoco impopular”.[2] Que genera una división entre la gran masa que no lo entiende, y que por lo mismo, lo rechaza, y un grupo selecto de personas que lo aplaude y contempla.[3] Será pues pretensión de Ortega describir fenomelógicamente, una suerte de explicación sociológica, de lo esencial de la vanguardia.

Esta división entre dos bandos, dos tipos de hombres, que produce el nuevo arte genera “un poder social que crea dos grupos antagónicos, que separa y selecciona en el montón informe de la muchedumbre dos castas diferentes de hombres”[4] Pero esta división no es una estructura social que nos imponga ponernos de un lado o de otro, sino más bien responde a una disposición interior; a la sensibilidad estética más profunda de cada uno. Se trata de que hay algunos que logran penetrar en las intencionalidades mismas de la nueva expresión artística negada a la mayoría que no logra entenderla.[5]

El arte nuevo provoca este tipo de división, que a juicio de nuestro autor, debido a que las personas pueden tener dos tipos de sentimiento frente a una obra de arte que innova; algunas, la mayoría, al no comprenderlas terminarán con una sensación de disgusto y de irritación, mientras que otras, la minoría, se siente sobrecogido por ella, superior a ella, en palabras del autor, termina con una sensación de gusto y admiración. El arte nuevo provoca en el sentir común de la mayoría un descrédito ya que lo consideran aristocrático, un privilegio de un sector noble y burgués que, en nada, favorece su derecho a vivenciarlo. El arte antiguo tenía la facilidad de que podía ser comprendido y no ser gustado, el nuevo, en cambio, por no ser comprendido no es gustado. Es solo un signo en el que los mejores se pueden reconocer.[6] Y será un preludio de lo que en esencia es la sociedad humana; una forma diferenciada de espíritus.

Entonces hay que partir de la determinación de que el arte de vanguardia no es un arte para todos sino para los espíritus dóciles a percibirlo. Una obra de arte, visto desde la perspectiva de la mayoría, descansa en la cercanía que tiene con el mundo vital, humano, que tiene consigo una carga estética sólo en la medida en que “la obra logra conseguir la cantidad de ilusión necesaria para que los personajes imaginarios valgan como personas vivientes.”[7] Mientras más lejana a la realidad más impopular será la obra de arte; para la gente el gusto estético descansa en el reconocerse a sí mismo en la misma obra. Esto quiere decir que “para la mayoría de la gente el goce estético no es una actitud espiritual diversa en esencia de la que habitualmente adopta en el resto de su vida”[8], por lo tanto, no hay diferenciación entre la existencia y la realidad. A nuestro parecer aquí Ortega está haciendo referencia al arte clásico, aquel que Gadamer, identificará como imitación de la naturaleza, como aprobación general y también como una especie de orden universal manifestado desde los griegos, donde los hombres hacen que se encuentren siempre consigo mismos en su propio mundo.[9]

A mi modo de ver, Ortega entiende el arte de manera distinta de la que hemos venido describiendo. Para él, una obra de arte “nos refiere o presenta (...)una cosa muy diferente del verdadero goce artístico. Mas aún; esa ocupación con lo humano de la obra es, en principio, incompatible con la estricta fruición estética.”[10] Para justificar dicha expresión recurre al ejemplo de estar mirando un jardín detrás de una ventana.[11] En ella, se establece cómo es preciso refinar nuestra sensibilidad artística para gozar de una obra de arte. En una resaltan ciertos aspectos que en la otra parecen no estar presentes y las dos son formas cualitativamente distintas y excluyentes de apreciar la misma escena.[12] La gente común es incapaz de acomodar su atención al vidrio y transparencia que es la obra de arte, en vez de esto, pasa a través de ella sin fijarse y va a revolcarse apasionadamente en la realidad humana que en la obra está aludida. La nueva obra de arte según Ortega, nos dirá Urrutia, “parece ser el Esprit Nouveau que preconiza Guillaume Apollinaire y que dio título a una revista de Amédée Ozenfant y el arquitecto Le Corbusier, consagrada a la literatura, la pintura, el urbanismo, la arquitectura, la estética e, incluso, el deporte, en la que, precisamente, Jean Epstein dio a conocer ensayos importantes. En 1925 Le Corbusier construyó el llamado Pabellón del Esprit Nouveau para la Exposición Internacional de las Artes Modernas Decorativas e Industriales.”[13]

Este nuevo significado del arte no tiene un carácter repetitivo de la realidad, quien así pretenda acercarse a él deberá de antemano firmar su fracaso, pues ante el arte hay que dejarse imponer por él, no depende de nuestra libertad. Por ello, es necesario determinar algunas notas o tendencias, a saber: a) la deshumanización del arte, b) a evitar las formas vivas, c) a hacer que la obra de arte no sea sino obra de arte, d) a considerar el arte como juego y nada más, e) a una esencial ironía, f) eludir toda falsedad, y por tanto, a una escrupulosa realización, g) no tiene trascendencia alguna.[14] Veamos en qué consiste cada una de ellas.

a) LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE

Existe entre los nuevos artistas una nueva forma de entender el arte, pero ellos parten de una sensibilidad común a todas las expresiones artísticas; partir de la realidad vivida. Es que “en la escala de realidades corresponde a la realidad vivida una peculiar primacía que nos obliga a considerarla como “la realidad [15] Sin embargo, en la deshumanización del arte hay una particular y diferente forma de acercarse a la realidad humana. Se trata de una nueva sensibilidad estética Esta sensibilidad es el patrón común de todas las manifestaciones artísticas y la define, a nota de pie, como una sensibilidad que no es propia de los artistas sino también de otras gentes que son del público y que tiene como cualidad el poder captar los valores puramente estéticos de una expresión artística.[16] De esto se trata lo que el autor denomina deshumanizar el arte a captar en ella ciertas cualidades puramente artísticas, tales como los colores, el brillo, la armonía, los sonidos y no buscarles una necesaria referencia a la realidad humana. Quien se atreva a comparar la intencionalidad de una obra clásica y una moderna verá que en la última es difícil apreciar la referencia a un mundo externo a la obra de arte misma; se trata de una obra que se acaba en sí misma, que no hay referencia a la realidad sino que, al contrario, va contra ella. No dice nada de ésta, “Se ha propuesto denodadamente deformarla, romper su aspecto humano, deshumanizarla.”[17] El nuevo pintor nos dirá Ortega ha cortado el puente y ha quemado las naves que podían transportarlo a nuestro mundo habitual. Por lo tanto, el arte moderno implica un trabajo más arduo que el tradicional, pues requiere de una nueva forma de tratar con ella.[18]Esta inédita expresión artística deja de lado lo humano y es más, no le interesa lo humano, se sale de este ámbito y entra a jalonar en lo metafórico, se trata de un estar por sobre las realidades humanas, triunfando sobre ellas. No se trata de un huir de la realidad para evadirla absolutamente sino de una huida genial que lo hace penetrar en otra esfera de lo humano.

b) EVITAR LAS FORMAS VIVAS

El arte tradicional ha privilegiado las formas vivas de la realidad, ha sido natural, un reflejo de la vida. En cambio, el arte nuevo busca lo contrario, ha comprendido el dinamismo propio de la existencia, ha querido escarbar más allá de nuestro propio mundo vital y se ha encaramado en los horizontes que devienen constantemente y que pueden siempre hacer novedoso cada momento. Es por ello interesante destacar que toda obra de arte ha intentado desligarse de lo humano[19] A esta nueva manera de desligarse de las formas humanas le denomina “voluntad de estilo”, estilizar. Ahora bien, “estilizar es deformar lo real, desrealizar. Esterilización implica deshumanización”, cuestión que el realismo no ha logrado hacer. Es por ello destacable esta intención del arte nuevo a prohibir toda injerencia en el ámbito de lo humano, esto es lo que podemos notar en la música y en la poesía, no hay un afán por querer exponer una autobiografía esto sería a juicio de los modernos aprovecharse de una debilidad que sólo pretende regocijarse en su dolor. [20]Sin embargo, quien niegue que una obra radicada en la realidad viva no provoque en nosotros un sentimiento de sobrecogimiento y de participación “que impide contemplarlas en su pureza objetiva”.[21]

Ortega define la actitud del artista de la vanguardia está dominada por “un asco a lo humano”[22]. Esto se puede notar en la obra de Debussy en la que podemos ver manifestada esta nueva comprensión del arte en la música aunque lo mismo podemos notar en la poesía donde Mallarmé quitó del verso esa carga de realidad humana y le devolvió su finalidad en sí misma alejada de lo humano que nos hacía participar de sentimientos humanos. A partir de él el poeta no va más allá de su poesía; “el poeta empieza donde el hombre acaba.”[23]

c) EL CARÁCTER EXCLUSIVO DE LA OBRA DE ARTE

En otro texto, “Ensayo de Estética a manera de prólogo” Ortega comienza señalando la equivocación grave que hemos caído en otorgarle un carácter pragmático al arte, como un bien útil, perdiendo con ello la distancia necesaria que debe existir entre la realidad humana y el arte. Este carácter habitual que solemos dar al arte le resta el deleite, vigor y densidad que provoca una obra bella.[24] Nos dirá Gadamer, en la misma línea, que la obra de arte no está concebida para el uso, o al menos no se agota en él, sino que su verdadero significado se manifiesta en la simple adquisición de su forma.[25]

De una obra de arte no podemos hacer comprensión, al modo de posesión, de ella, pues él empieza donde termina la imagen que nos hechos de él, no es posible realizar una descripción de ella, ella es presencia absoluta, es una ejecución en sí misma. En el arte “presenciamos lo que de otro modo no puede sernos nunca presente”.[26]No puede ser tratado nunca como un objeto de comprensión.[27]Pero sin embargo, la obra de arte nos hace patente la intimidad de las cosas pero en su misma ejecución.

Aquí está lo fundamental según nuestro autor, del arte. Ser trasparente de tal modo que en su transparencia se trasparenta él mismo, no se muestra otra cosa que él mismo en ejecución. El sentimiento es en el arte un médium, signo, no lo expresado.[28]

El arte es irrealización, en el sentido que su pretensión es crear una nueva realidad que parta por la total aniquilación de las cosas reales. Esta irrealidad está gatillada por su carácter de no real, distinta de lo real, trituradora de la realidad.[29]La belleza no parece ser un elemento propio de la obra de arte actual pues ésta sólo se refiere a la realidad. La obra de arte es en sí misma una obra absoluta, es decir, es una obra que no quiere representar nada. Está ahí simplemente para estar ahí.[30]

d) EL ARTE COMO JUEGO

Volviendo a nuestro texto y siguiendo con la esquematización planteada más arriba, nuestro autor se dedica a analizar el juego que en sí mismo se realiza en la obra de arte. Al tratar la metáfora como una cualidad que “nos facilita la evasión y crea entre las cosas reales arrecifes imaginarios, florecimiento de islas ingrávidas.”[31] Es un juego de suplantar una cosa por otra, enmascarar una por otra. Es el intento por decir las cosas desde otra forma que la suplanta y la transforma, en palabras de Gadamer, “El espectador se encuentra ante al desconcertante desafío de tener que aceptar la abstracción respecto de cualquier cosa cognoscible, o la deformación de todo lo desconocido, tiene que renunciar a reconocer objeto alguno.”[32] Es, sin lugar a dudas la liquidación que hace el arte de todo mundo real conocido con todos sus contenidos “el arte termina por anularse, o por retirarse a formas de producción que dejan sin objeto cualquier discurso sobre la obra y su singularidad.”[33]

Este carácter de ponerse las reglas a sí mismo que tiene el arte es una nota que también resalta Gadamer en la actualidad de lo bello. En ella nos expone la capacidad de autorregularse del arte, de ser constitutivamente libre de fines; el fin del arte está en sí mismo.[34] El espectador, nos dirá Gadamer, funciona como un mero espectador que contempla lo que ocurre ante él. El arte es un juego que tiene sus propias reglas y jerarquizaciones nos dirá Ortega[35] donde tal vez lo más mínimo de la vida sea presentado como una obra monumental. El artista de ahora nos invita a que contemplemos un arte que es una broma, que es, esencialmente, la burla de sí mismo.[36]

e) EL ARTE COMO IRONÍA

Un elemento interesante de resaltar en el texto es el carácter irónico del arte. Con ello queremos afirmar esta paradoja que se da en el artista entre el pasado y el futuro. Es un dato innegable que tanto la ciencia como el arte tienen una sensibilidad especial para los nuevos rumbos. “La sutileza de ambas materias las hace infinitamente dóciles al más ligero soplo de los alisios espirituales.”[37] Pero en el arte el pasado juega un rol fundamental; no es posible separar de éste su carácter pretérito porque es sobre la base de éste que, el arte puede construir su futuro. En oposición o a favor de él es como se ha de entender en su futuro. “Dentro del artista se produce siempre un choque o reacción química entre su sensibilidad original y el arte que se ha hecho ya. No se encuentra solo ante el mundo, sino que en sus relaciones con éste, interviene siempre como un truchimán la tradición artística”.[38] Del pasado el artista puede recibir su inspiración o podemos notar su influencia o lo mismo si se entiende frente a él como rechazo. El pasado, es en opinión de Ortega, el motivo por el que surge el nuevo arte. De su influencia negativa surge lo novedoso. “Puede costar trabajo a casi todo el mundo advertir la influencia negativa del pasado y notar que un nuevo está formado muchas veces por la consciente y complicada negación del pasado.”[39]

Sin esta influencia negativa es como se han entendido a sí mismo las nuevas expresiones artísticas. Desde el romanticismo hasta nuestra época, nos dirá Ortega, el nuevo arte se ha presentado en actitud de burla, de agresividad, de blasfemia y de negatividad frente a los valores estéticos tradicionales. Hasta el punto de que hoy el arte nuevo se perfila como una negación del arte viejo.[40]”Buena parte de lo que he llamado deshumanización y asco a las formas vivas provienen de esta antipatía a la interpretación tradicional de las realidades.”[41]

f) LA INTRASCENDENCIA DEL ARTE

El arte clásico ha sido una expresión de la realidad. Ha intentado poner como motivos de su creación artística los grandes temas de la cultura, la política. La sociedad y la religión de su tiempo. El arte era trascendente porque era capaz de sostener las grandes preocupaciones de la humanidad.[42]Quería dar a conocer la esencia superior y vital de los seres humanos y sus inquietudes fundamentales, Era la elocuente epifanía de los destinos de la humanidad; era trascendente. Nos dice Gadamer en su libro la actualidad de lo bello; “No se puede negar que el arte de entonces, que se justificaba en una unión última con todo el mundo de su entorno, realizaba una integración evidente de la comunidad, la Iglesia y la sociedad”[43]. Era el puente que unía las realidades humanas y divinas entre sí y para con los hombres. “En el mundo griego, la manifestación de lo divino estaba en las esculturas y en los templos, que se erguían en el paisaje abiertos a la luz meridional, sin cerrarse nunca a las fuerzas eternas de la naturaleza; era en la gran escultura donde lo divino se representaba visiblemente en figuras humanas moldeadas por manos humanas. La auténtica tesis de Hegel es que, para la cultura griega, Dios y lo divino se revelaban expresa y propiamente en la forma de su misma expresión artística, y que, con el Cristianismo y su nueva y más profunda intelección de la trascendencia de Dios.”[44]

Sin embargo, en el arte nuevo este correlato entre arte y realidad ya no existe, no se evidencia de la misma forma “En el siglo XIX, todo artista vivía en la conciencia de que la comunicación entre él y los hombres para los que creaba había dejado de ser algo evidente.”[45]El arte de hoy es juego, arte por el arte, lejos de toda misión y salvación del hombre, el arte, es el encuentro del arte consigo mismo, en sus manifestaciones más hondas. No podemos adjudicar al arte patrones que intentan explicar el devenir humano. “El nuevo estilo, por el contrario, solicita, desde luego, ser aproximado al triunfo de los deportes y juegos”.[46]

El arte de vanguardia, el nuevo arte, se ha posesionado de un nuevo espacio que no dice referencia al anterior; “el arte ha cambiado su colocación en la jerarquía de las preocupaciones e intereses humanos”[47]. El arte no se preocupa de retratar como una copia la realidad sino más bien de construir algo nuevo. ¿Fue, para Ortega, posible descifrar este nuevo espacio? ¿Es posible determinar el lugar propio que le corresponde al arte en su nueva expresión como arte deshumanizante? Tal vez con afirmar ya que el eje de la atención no es la persona sino aquel juego de darse las reglas a sí mismo, sin correlatos, sin esmerarse a entregar un contenido vital a lo que se escribe, se dibuja o pinta, es la nueva estructura desafiante del arte moderno, una intrascendencia que lo torna irrelevante en comparación con el arte clásico. Implica otro trato con su esencia, una manera inusual de comprenderlo.

Ortega señala que esta mirada al arte puede carecer de muchos errores que deben ser corregidos y cotejados con el tiempo. Pero esto se debe a la emergencia de este nuevo estilo, vacío de humanidad, carente de sentido, distante de lo cercano a nosotros, que invita a una re interpretación de nuestros tradicionales parámetros en los cuales encerrábamos al arte. El arte en su nueva expresión nos debe mover a recuperar el sentido original de la palabra autor, es decir, el que crea desde la nada, el que es capaz de crear un nuevo mundo distinto del nuestro. Implica tomar al arte como algo no tan serio, sin el trasfondo de, lo que Ortega denomina, el patetismo humano.

CONCLUSIÓN

Hemos expuesto aquí un diagnóstico, una fenomenologia, como dice Ortega, de las causas de la incomprensibilidad del arte vanguardista para muchos. Y en su lectura hemos ahondado en los escondrijos más elementales de una nueva, ya vieja, comprensión del arte.

Sintéticamente Ortega nos ha introducido en sus líneas a buscar los antecedentes y el sentido propio del arte vanguardista. Esta lectura nos ha permitido determinar que lo característico del arte moderno es su afán de deshumanización, es decir, de no ser un referente en el que el hombre se mira a sí mismo y se entiende en sus más sublimes expresiones. Nos ha llevado a explicarnos la causa primera de toda incomprensión del arte moderno y nos ha trazado por los lineamientos necesarios que propone el arte vanguardista.

El arte nuevo nos debe invitar a despojarnos de nuestras tradicionales formas de leer su contenido. Es un arte que, como lo afirmara Kant, tiene el fin en sí mismo, no requiere de ninguna realidad vital que lo sostenga o a la cual quiera sostener; una obra de arte es un juego que se entiende y significa en sus propias reglas. El arte es arte y no-arte de lo humano. Es intrascendente porque no busca otra explicación que explicarse a sí mismo.

La deshumanización del arte es una necesidad del arte moderno que se agota en sus notas intrínsecas, en sus expresiones internas, en sus colores, metáforas, sonidos y demases. Ortega nos ha invitado a redirreccionar nuestra mirada a los nuevos mundos que nos quiere hacer habitar el arte. Nos ha invitado a quitar de sus hombros explicaciones que lo remontan a una mera radiografía de lo real. El arte moderno con todos sus errores nos ha llamado a ver lo maravilloso del estilo y sus formas y juegos. Pero también nos ha dejado una moraleja: hay que deshumanizar el arte para que en el arte mismo aparezca lo más íntimo del hombre.


BIBLIOGRAFÍA



ORTEGA Y GASSET, José; La deshumanización del Arte, 11ª Edición, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2004

GADAMER, H.G.; La actualidad de lo bello, (material policopiado utilizado en el curso)

URRUTIA, Jorge; La vitalidad de la deshumanización del arte, en REVISTA DE OCCIDENTE, Número 300, Mayo 2006.

ORTEGA Y GASSET, José, El Espectador, Editorial Salvat, Navarra, 1971

GADAMER, H.G.; Acotaciones hermenéuticas, Editorial Trotta, Madrid 2002. ,

[1] ORTEGA Y GASSET, José; La deshumanización del Arte, 11ª Edición, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2004, Pág. 48.
[2] Ibid.
[3] Cfr. Ibid. Pág. 49.
[4] Ibid.
[5] Ibid. Pág. 50 “Esto implica que los unos poseen un órgano de comprensión negado”.
[6] “El arte joven contribuye también a que los mejores se conozcan y reconozcan entre el gris de la muchedumbre y aprendan su misión, que consiste en ser pocos y tener que combatir contra muchos.”, Pág. 51.
[7] Ibid. Pág. 52.
[8] Ibid, Pág. 52.
[9] GADAMER, H.G.; La actualidad de lo bello, párrafo 20.
[10] ORTEGA Y GASSET, Op. Cit. Pág. 53.
[11] Ibid.
[12] Cfr. Ibid. Pág. 54.
[13] URRUTIA, Jorge; La vitalidad de la deshumanización del arte, en REVISTA DE OCCIDENTE, Número 300, Mayo 2006.
[14] ORTEGA Y GASSET, Op. Cit. Pág. 57.
[15] Ibid. Pág. 61.
[16] Ibid. Pág. 62.
[17] Ibid. Pág. 63.
[18] Cfr. Ibid. Pág. 64.
[19] En El Espectador Ortega señala “Es la obra de arte una isla imaginaria que flota rodeada de realidad por todas partes. Para que se produzca es pues, necesario que el cuerpo estético quede aislado del contorno vital” ORTEGA Y GASSET, José, El Espectador, Editorial Salvat, Navarra, 1971. Pág. 93.
[20] Cfr. ORTEGA Y GASSET; La deshumanización del arte, Op. Cit. Pág. 68.
[21] Ibid Pág. 70.Gadamer entiende que la obra de arte se constituye como un salirse del nexo pragmático de la vida. En GADAMER, H.G.; Acotaciones hermenéuticas, Editorial Trotta, Madrid 2002.,
[22] ORTEGA Y GASSET, José, La deshumanización del arte, op. Cit. Pág. 68.
[23] Ibid Pág. 72. El destino del hombre es vivir su destino, el del poeta, nos dice Ortega, es inventar lo que no existe. La poesía es hoy el álgebra de las metáforas.
[24] ORTEGA Y GASSET, José; Ensayo de estética a manera de prólogo, en ORTEGA Y GASSET, José; La deshumanización del arte, Op. Cit. Pág. 141. Aquí el autor critica el carácter decorativo que tiene el arte en el ambiente Inglés.
[25] Cfr. GADAMER, H.G.; Acotaciones hermenéuticas, Editorial Trotta, Madrid 2002.,pág. 193.
[26]ORTEGA Y GASSET, José; Ensayo de estética a manera de prólogo, en ORTEGA Y GASSET, José; La deshumanización del arte, Op. Cit. Pág. 150.
[27] Agrega Ortega, “nada más falso que suponer en el arte un subterráneo de la vida interior, un método para comunicar a los demás lo que fluye en nuestro subterráneo espiritual.”Ibid.
[28] Ibid. Pág. 159. “Don Quijote, afirma Ortega, no es un sentimiento mío ni una persona real o imagen de una persona real: es el nuevo que vive en el ámbito del mundo estético, distinto éste del mundo físico y del mundo psicológico”
[29] Ibid. Pág. 160.De allí desliza lo que parece ser entiende por Belleza nuestro autor; La belleza comienza sólo en los confines del mundo real.
[30] GADAMER, Acotaciones hermenéuticas, Op. Cit, Pág. 193.
[31] ORTEGA Y GASSET, José, La deshumanización del arte, Op. Cit. Pág. 74.
[32] GADAMER, Acotaciones Hermenéuticas, Op. Cit. pág. 191.
[33] Ibid.
[34] GADAMER, H.G.; La Actualidad de lo bello, párrafo 35.
[35] ORTEGA Y GASSET, José, La deshumanización del arte, Op. Cit. Pág. 76.
[36] URRUTIA, Jorge; op. Cit. Pag. 19. “Esto tenía que resultar necesariamente escandaloso, al menos para la generación anterior. Pío Baroja parece contestarle de alguna manera en el «Prólogo casi doctrinal sobre la novela» de La nave de los locos cuando dice que «entre el mastodonte académico y el zángano dadaísta hay
muchos ejemplares de fauna literaria que a uno le pueden parecer bien.”
[37] Ibid. Pág. 82.
[38] Ibid.
[39] Ibid. Pág. 83.
[40] Ibid
[41] Ibid Pág. 84.
[42] Ibid. Pag. 88..
[43] GADAMER, H.G; La actualidad de lo bello, Op. Cit. Párrafo 8
[44] Ibid. Párrafo 7.
[45] Ibid.
[46] ORTEGA Y GASSET, J.; La deshumanización del arte”, Op. Cit. Pág. 89.
[47] Ibid. Pág. 90

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.