miércoles, 10 de diciembre de 2008

LA INDIFERENCIA NEOLIBERAL


LA INDIFERENCIA NEOLIBERAL


La década de los noventa representó para América Latina una serie de cambios a nivel político y socioeconómico. Por un lado, a niveles macroeconómicos asistimos a niveles de crecimiento en el PIB a escala continental a su vez asistimos al aumento de la pobreza urbana. Esto fue posibilitado, según varios investigadores, por la implementación de políticas macroeconómicas de corte neoliberal.

Pero en resumidas cuentas ¿Qué es el neoliberalismo? ¿Por qué su importancia en el contexto actual? ¿Por qué frente a él hay tenaces detractores y fanáticos propulsores? ¿Cuál es análisis ético que podemos hacer de él? Entenderemos por neoliberalismo aquí a una manera particular de entender el mundo, de pensarlo y actuar sobre él, en vistas a la organización socioeconómica centrada en la sobrevaloración de la libertad como valor absoluto y la confianza en el carácter egoísta del hombre, encerrado en sí mismo y sin necesidad de los demás. Al tratarse de una manera particular, y por tanto, de una sesgada mirada del hombre y de la realidad, que afirma la supremacía de la libertad económica y la confianza ciega en el mercado como asignador de justicia social, no es un sistema conceptual totalmente comprendido ni mucho menos de un cuerpo doctrinal enteramente homogéneo , aunque sabemos, que se trata de una ideología que tiene sus raíces en la tradición liberal y que ha significado más de una reflexión detallada acerca de su praxis histórica. Surge como una creación teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de bienestar y se establece como la forma de limitar la participación del Estado en toda actividad económica .Establecen como principio fundamental que los “mercados resuelven todos los problemas económicos y los problemas sociales con implicaciones económicas mejor que las administraciones públicas.”




2.1 ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL NEOLIBERALISMO; EL LIBERALISMO

Los antecedentes del neoliberalismo los ubicamos históricamente, y aunque esto suene a perogrullo, en los orígenes del capitalismo en el que la aparición de nuevas formas de intercambio y organización económica dejaron atrás los tradicionales intercambios presididos por el trueque, centrada generalmente en el sector agrícola, que era su base económica . Esta economía centrada en el escaso nivel productivo hacía que todo el trabajo humano se consumiera solamente en la necesidad de producir aquellos bienes de necesidad más inmediata. En la economía medieval feudalista existía un fuerte carácter paternalista, en la que el intercambio económico entre el siervo y el señor feudal tenía ciertos límites, pues este último llegaba a tener la responsabilidad de protegerlos y alimentarlos de sus propios bienes en tiempos de hambre, por lo tanto, era una economía de la subsistencia, y por ende, los conceptos de desarrollo, movilidad del mercado apenas existían. La economía medieval sabía de la existencia de un sólo sector productivo; el del sector primario (cultivo de la tierra y extracción de productor de ésta) en la que, como afirmábamos, se ocupaba toda la fuerza de trabajo, tarea en la que no habían herramientas técnicas para asegurar una mayor eficacia de éste. No existía una idea de progreso económico social, ya que generalmente los sujetos que nacían en una misma clase social morían en la misma. Esta mentalidad de resignación era alentada por el discurso eclesiástico que invitaba a no preocuparse por mejorarla y donde existía una clara prohibición de lo que hoy denominamos utilidad. Este surgimiento de un nuevo agente económico, el capitalista, aseguraba el ingreso al ámbito de lo económico de un nuevo factor; el del capital. La palabra Capital tiene su origen probablemente en el antiguo préstamo de ganado cuando éste servía como medio de comparación de los valores y hacía la función del dinero. Se prestaba cierto número de cabezas de ganado (cápita) y se recibía como compensación prestaciones de leche, animales jóvenes, abonos, etc.

Sin embargo, el capitalismo no es un acontecimiento espontáneo en la historia de occidente sino más bien fue un largo camino que tiene sus raíces en algunos hechos. Entre ellas tenemos, en primer lugar, el desarrollo de las ciudades en los siglos XII y XIII, que posibilitaban la concentración de grupos humanos procedentes del campo que huían del sistema feudal. Aquí comienza a forjarse una nueva clase social; la burguesía, nacida del surgimiento del comercio local que se enriquecía gracias a un sistema de fuerte protección y monopolio con el apoyo de autoridades políticas, a cuyos puestos accedían además con frecuencia los económicamente poderosos. Esta burguesía comienza a incrementar su fortuna a costa de la nobleza feudal, cada vez más endeudada por la empresa de las cruzadas, la caballería y el propio afán de ostentación, impulsando el cobro excesivo de impuestos y prestaciones personales, acelerando la migración hacia las ciudades.

Un segundo factor, que a nuestro entender, favorece el surgimiento del capitalismo fue el descubrimiento de nuevos mundos. Los descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI, sobre todo de Portugal hacia Oriente y España hacia Occidente produjo la necesidad de ampliar los intercambios de nuevos productos tales como el café y el azúcar y nuevos gustos y lujos, que sin duda, benefició a una clase muy reducida, decidida y aventurera, que tuvo el control exclusivo de los beneficios económicos de estos descubrimientos.Un tercer factor que posibilitó un capitalismo emergente fue el descubrimiento de metales preciosos tanto en América como en África. Estos metales sirvieron para facilitar el intercambio comercial gracias a una cantidad cada vez mayor de dinero en circulación. Por lo tanto, debemos concluir a propósito de lo ya mencionado, que el comercio juega un papel central, ya que en ella se produce una acumulación originaria que luego dará paso al capitalismo industrial, el cual diríamos es en sentido estricto capitalismo. El capitalismo industrial surge en Inglaterra en el siglo XVI y tiene su momento explosivo en la revolución industrial del siglo XVIII, que supone la generación y universalización de nuevas relaciones de producción, que separa capital y trabajo. Esta revolución tuvo como ideología de fondo el liberalismo económico que enfatiza una concepción de la persona que exalta su dimensión individual y su libertad, que tiene sus propias exigencias para la organización de la sociedad y de la economía. En concreto podríamos decir, que el liberalismo propone la afirmación de la libertad y de la empresa individual.

Uno de los exponentes de esta nueva doctrina económico ideológica es Adam Smith , quien expresará que dejando a cada individuo actuar de acuerdo con sus intereses, aún los más egoístas, se obtendrá como resultado el bien de toda la sociedad, gracias a un mecanismo oculto, al que se denominará “mano invisible”, el cual se encargará de conducir los esfuerzos individuales de todos al bien de la sociedad. Afirma Smith que al Estado le corresponderá el ser guardián de la libertad, garantizando las reglas del juego para que las libertades individuales puedan actuar. Esta idea fue expuesta en las leyes promulgadas en Francia en 1791, el conocido decreto de Allarde, que proclamaba la libertad de comercio y de la industria contra las restricciones del sistema gremial y del monopolio de los grandes comerciantes y la ley de Le Chapelier que prohíbe todo tipo de corporación, así como toda agrupación que se quiera hacer en nombre de un cierto interés común. David Ricardo , por su parte, establece que la inversión no se puede esperar de los trabajadores asalariados, ya que los salarios se mantendrán siempre en el nivel de la subsistencia, lo que sin duda, afirma él, hace imposible que los trabajadores asalariados ahorren para invertir, mucho menos se puede esperar de las rentas de la tierra. Sólo los dueños del capital tienen la posibilidad de la inversión, ya que ellos tienen una mentalidad de lucro y serán capaces de multiplicar sus ingresos realizando ahorros que le aseguren un crecimiento futuro. Ahora bien, añade Ricardo, los beneficios serán cada vez más reducidos debido a la competencia. Por eso es difícil hablar de un crecimiento a largo plazo sino más bien de una economía futura sin crecimiento o lo que él denomina estado estacionario. Por lo tanto, es impensable establecer que los salarios aumenten más allá de lo necesario para la subsistencia, por lo que hay que mantener cierto límite o mínimo salarial para asegurar el crecimiento, ya que al mantener bajos salarios hace posible que las empresas puedan contratar más empleados debido a la gran oferta de mano de obra. Esta ley fue conocida como la ley de bronce de los salarios.

Estos exponentes de la denominada escuela de la economía clásica tiene como bases de actividad el principio doctrinal del “Laissez-faire, laissez-passer” que establece que mientras cada individuo busca su propio interés este interés individual es garantía del funcionamiento del mercado que se encarga de coordinar adecuadamente las acciones individuales de carácter económico (la libertad individual y el juego de intereses) “para conseguir un cúmulo de riquezas mayor del que se podría lograr con otros métodos de organizar la economía”.

El capitalismo o liberalismo económico tuvo una gran incidencia en el aumento de la producción y de los recursos disponibles para toda la sociedad. Sin embargo, la desventaja aguda de este sistema fue la distribución desigual del ingreso, especialmente en los centros urbanos industrializados en los que existe una gran mano de obra disponible, debido a la búsqueda de nuevas expectativas de personas venidas del campo a la ciudad, provocando situaciones de contratación más infrahumanas. Este binomio desigualdad/miseria, propio de la sociedad capitalista hace posible una constante; la relación de crisis periódica que identifica al sistema. Estos períodos de crisis se caracterizan por la caída incontrolada de precios, la quiebra de muchas empresas y el aumento del desempleo.

Debido a esta situación de crisis periódica, de desigualdad y miseria es que surgen diversas corrientes opuestas o alternativas a esta forma de organización económica; los socialismos de comienzos del siglo XIX. Entre estos numerosos movimientos hay una constante; la idea de proponer un rechazo al orden existente y denunciar la propiedad privada como el origen de todos los males. Los conocidos socialismos utópicos cuyos principales exponentes fueron Robert Owen (1777-1858) Saint Simon (1760-1825) Fourier (1772-1837).l Pero sin duda, el que acaparó más importancia fue la propuesta de Karl Marx, conocida como socialismo científico o socialismo marxista.

Marx, quien conocía la miseria del proletariado industrial y en su análisis del sistema capitalista, intenta buscar las causas de dicho binomio desigualdad/miseria por medio de un análisis histórico científico del capitalismo, el cual le permitiría conocer la evolución previsible de dicho sistema y aprovechar las oportunidades de acelerar el curso de los acontecimientos para salir cuanto antes de aquel estado de cosas. Sin embargo, esa no era su única preocupación, lo que le interesa es más bien salir de este binomio desigualdad/miseria haciendo un aporte alternativo y opuesto al liberalismo. Podemos decir que el trasfondo filosófico que acompaña a Marx es el ideal Hegeliano, que establecía que la dialéctica es el principio articulador de las ideas y la ley universal de toda la realidad. Pero la dialéctica marxista introduce ciertos cambios en la idea hegeliana de dialéctica, afirmando que la materia juega un rol fundamental.

“Marx unió en su filosofía el materialismo, principio fundamental de la filosofía de Feuerbach, con el cual rechazó el idealismo de Hegel, y la dialéctica de Hegel, con la cual rechazaba una parte importante de la filosofía de Feuerbach” Una de las ideas centrales del pensamiento marxista establece que una de las causas del binomio desigualdad/miseria se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción que es una expresión de la maldad misma de la estructura del sistema que es además la contradicción que está en la esencia del sistema y el germen de su autodestrucción y por lo tanto, establece el análisis que llegará el día en el que éste sistema desaparezca por su propia dinámica. La doctrina marxista postula que el desarrollo de la sociedad es fruto de las fuerzas de producción económicas y por eso, no tiene sentido el cambio político si no va acompañado de la transformación de las estructuras económicas. En su obra “El Capital” se esfuerza por demostrar cómo el capitalismo se destruirá por su misma dinámica para dar paso al socialismo. Es con este objeto que elabora su teoría de la explotación, que es un intento por explicar por qué la miseria de la clase obrera va en aumento. Según Marx, el sistema económico de su tiempo se caracteriza por estar totalmente volcado hacia el mercado: se produce buscando no la satisfacción de las necesidades sino el intercambio productivo a través de la venta en el mercado. Es por tanto, un sistema mercantilista, en el que interesa más el valor de cambio de un producto (su posibilidad de ser intercambiado) que su valor de uso (su utilidad efectiva). Se trata, por tanto, de producir para vender, por eso el producto es, ante todo, mercancía.

El sistema capitalista es, ante todo, un sistema mercantilista, en cuanto incluso el trabajo humano es considerado una mercancía. Para Marx el trabajo es aquello que el capitalista compra al trabajador. Sin embargo, el trabajador no sólo vende su trabajo sino que sobre todo su fuerza de trabajo, es decir, su capacidad de trabajar. Por eso el capitalista no le paga por las horas que trabaja sino por un criterio más descarnado. Le paga como se fijan los precios en el mercado, atendiendo al principio de equivalencia, es decir, en el caso del trabajador asalariado le paga según éste necesite para sobrevivir. Por eso, el trabajador trabaja y produce mucho más y ese plus de trabajo que él realiza por encima de lo que necesitaría para producir el equivalente a lo que necesita para subsistir, es lo que se apropia indebidamente el patrón. El plus trabajo, como lo denomina nuestro autor, produce un valor, es decir, una plusvalía que queda enteramente en manos del capitalista. Esta plusvalía, según Marx, es la clave de la explotación capitalista. A diferencia de los socialistas utópicos, Marx, no ve en la Propiedad Privada una cuestión moral que dependa de la voluntad de los individuos, sino más bien es una realidad que es inherente a la economía misma y que permite su funcionamiento. La conclusión que se sigue es innegable; no hay que culpar a los individuos de la maldad del sistema, sino que éste es intrínsecamente perverso, por lo que habrá que eliminar la propiedad privada y no a los individuos capitalistas.
Este sistema no se puede derrumbar por una simple decisión de voluntad, hay que responder a la dinámica misma del sistema y atender a su desarrollo histórico, sólo así se podrá descubrir esa dinámica interna y sus propias leyes. Solo a partir de este análisis Marx llegará a las siguientes conclusiones acerca del futuro del sistema y su ocaso:

1. El sistema capitalista está condenado a su destrucción debido a la explotación creciente de los asalariados. La menor rentabilidad de los medios de producción y su posterior caída en los beneficios, se querrá compensar con el aumento de la explotación del trabajador; disminuyendo los salarios y aumentando la jornada laboral. Esto llevará a la disminución del poder adquisitivo y con ello la producción, aumentarán los despidos de trabajadores y se generará una situación de violencia social por el malestar que esto conllevará, resultando el colapso del sistema.

2. Otro de los factores que determinarán el colapso del sistema se deberá a la fuerte concentración de la propiedad. La cruda competencia entre los dueños del capital generará que los más poderosos absorberán a los pequeños empresarios, obligando a que esos últimos pasen a formar parte del proletariado. Por lo tanto, se producirá una hegemonía de los medios de producción y una gran masa de desempleados descontentos. Se sigue de ello que este malestar por la situación social generará un clima de efervescencia social y violencia, apropiándose estos últimos de los medios de producción mediante una revolución. Esta revolución no será producto de un acuerdo de voluntades sino que forma parte de la constitución misma de la historia. La revolución en Marx no es otra cosa que atender a las leyes mismas de la historia para ir en ayuda de las clases más desfavorecidas.

La primera guerra mundial trajo consigo una distorsión de las estructuras económicas existentes Por un lado, se produjo un aumento casi descontrolado del sector metalúrgico y la fabricación de armamentos, pero por otro lado, disminuyó ostensiblemente la producción agrícola y aumento la migración de los campesinos, debido a la destrucción provocada por la guerra. Los intercambios comerciales tradicionales se vieron alterados y entraron en escena nuevas economías con las cuales los países beligerantes tuvieron la necesidad de solicitar ayuda económica especialmente de Estados Unidos, Japón y América Latina. Esto produjo que la deuda que alcanzaron los países beligerantes se duplicara por 10, alcanzando en 1920 la cifra de 225.000 millones de dólares. Los Estados Unidos fueron los más beneficiados llegando a almacenar como superávit comercial más de la mitad del oro del mundo.

La reconstrucción fue dolorosa. El miedo a contraer más deudas llevó a los países a encerrarse en sí mismos apoyándose en sus propios y escasos recursos, lo que llevó a empeorar la situación, al reducir los intercambios comerciales y desacelerar la economía. Este miedo condujo la desconfianza y una actitud de defensa frente a posibles amenazas de endeudamiento. Cuando la situación económica comenzó a cambiar y a mejorar los índices, se desencadenó una de las mayores crisis económicas del sigo XX. En 1929, específicamente el 19 de octubre se produjo el famoso “crack” de la bolsa de comercio de Nueva York. La crisis de 1929 tiene su origen, en primer lugar, en una situación de sobreproducción. Durante la guerra, algunos países, como Estados Unidos, Japón, entre otros, aumentaron su capacidad de producción para hacer frente a la demanda extraordinaria de los países en guerra; ahora, una vez normalizadas las cosas, había un exceso de capacidad productiva y de bienes disponibles en relación con las necesidades de la sociedad. Por otro lado, los Estados Unidos, debido a la crisis provocada por la guerra, se transformaron en los banqueros del mundo. La abundancia de créditos disponibles chocó con la penuria europea desencadenando una práctica crediticia fuera de todos los márgenes racionales. Se prestó dinero sin mayores garantías, generando una crisis de desconfianza.

Esta crisis de 1929, se caracterizó por el hundimiento de la producción y un aumento del desempleo. Según cifras de la época en Estados Unidos, en 1932 había 12 millones de desempleados, unos cinco millones y medio en Alemania, y un millón y medio en Inglaterra. Esta crisis se extendió a todos los países desarrollados y vino a significar una de las peores del siglo XX y la antítesis a los planteamientos de la escuela de economía clásica y su optimismo frente al rol de equilibrio del mercado.

J. M. Keynes se encargó de echar por tierra este optimismo económico mostrando el error de ello. Mostró que la economía podía llegar a una situación de equilibrio sin pleno empleo, es decir, una situación de estabilidad, en la que el mercado no podía salir por sus propios recursos, sin que hubiera alcanzado el pleno empleo. Para salir de esa situación sólo quedaba una solución; la intervención de fuerzas exteriores al mercado, para romper ese equilibrio no deseable y obligarle a moverse hacia una situación mejor.

Keynes propuso un rol más activo del Estado en el ámbito económico, ya no sólo es el garante de las reglas de juego y de la libertad de los agentes; tiene además que impulsar la actividad económica contrarrestando los movimientos espontáneos del mercado. Keynes planteó la intervención del Estado por medio de tres vías:

a) Por medio de la política monetaria, controlando los tipos de interés para estimular o desestimular la inversión.

b) La política fiscal y presupuestaria que utiliza los ingresos y los gastos del Estado para estimular o frenar la actividad económica.

c) La política exterior, mediante el control de las importaciones y exportaciones o la manipulación del cambio de moneda.

Esta nueva concepción de la actividad económica establece una presencia firme del Estado en el ámbito de la economía. Sin lugar a dudas, que esta teoría puso fin al liberalismo, implementando un modelo que gozo de gran crédito luego del término de la segunda guerra mundial.

Debido a los desastres de la segunda guerra mundial que, en proporción, fueron peores que los de la primera, llegando a contabilizarse más de 35 millones de personas muertas. Sin embargo lo anterior, no se produjo una crisis económica como la de 1929, debido a los mecanismos que se establecieron para garantizar las relaciones económicas internacionales, evitando con ello un colapso, aprendiendo de los errores de la crisis anterior. En este nuevo contexto de post guerra se inaugura un nuevo modelo económico, especialmente en las democracias industrializadas de Europa, siguiendo las investigaciones keynesianas y de Beveridge , conocido como <>. Entre sus características estaban, la intervención estatal en la economía para mantener el pleno empleo o, al menos, garantizar un alto nivel de ocupación, la implementación de servicios públicos de necesidad inmediata para la población, tales como, la educación, la salud, la previsión, subsidios de viviendas etc. El Estado tiene en este modelo el papel de brindar a todos los ciudadanos de los servicios básicos que permitan la provisión de seguridad social en un sentido más amplio. Al Estado se le encargará entonces, la responsabilidad de mantener un mínimo de vida para todos los miembros de la sociedad, lo que se constituye un derecho social que se debe a todos los ciudadanos, lo que no corresponde a algo así como una caridad social estatal sino algo que es de suyo de todos los ciudadanos.

Este Estado intervencionista fue el que hizo posible la reconstrucción económica y social de la Europa de la postguerra. Sin embargo, a comienzos de la década del 70 se produjo su crisis, entre otros motivos por la creciente intervención económica del Estado y la mayor absorción de recursos por parte de éste, aumentando con ello la presión fiscal, las demandas sociales que exige del Estado un papel mesiánico que diese respuesta a las concretas solicitudes de los ciudadanos.
Como hemos visto, el neoliberalismo es una nueva versión del Liberalismo con nuevos énfasis y en un nuevo contexto, tal vez más propicio para su desarrollo, gatillado por la crisis del petróleo en la década del 70 . Esta nueva versión del liberalismo, según Camacho, radica en el agotamiento y fracaso de aquellos sistemas que se plantearon como su sustitución, especialmente en cuanto éste ha sido capaz de detectar y denunciar las dificultades del Estado de bienestar.

2.2. FRIEDRICH VON HAYEK Y SU PROPUESTA NEOLIBERAL

Lo que ha llegado a nosotros como neoliberalismo es producto de la herencia de Hayek, pero también los aportes de la Escuela Austriaca (Menger), la Inglesa (Marshall), la suiza (Waltras), la americana (Friedmann) las que han impreso, mutatis mutandis, un cierto estilo metodológico para entender la vida social, política y económica, lo que conllevó un cierto enfoque que entendía que sólo es considerado relevante aquello que puede ser empíricamente observable, por lo tanto, se le da importancia a la econometría en cuanto técnica para el análisis cuantitativo de los fenómenos económicos reales, basado en el desarrollo simultáneo de la teoría económica y la observación empírica. Esto quiere decir que para el pensamiento neoliberal hay una gran confianza en la ciencia y la tecnología como medio para controlar y predecir los fenómenos. Este fuerte énfasis en lo pragmático y centralidad en lo científico, permite la ausencia o en los casos menos críticos un carácter secundario de lo ético y, por ende, una carencia valórica importante en su ejecución.

Friedrich August Von Hayek es vienes, de la alta sociedad . De la época en que esta ciudad gozaba de gran importancia cultural, en los que sobresalen las figuras de Wittgenstein, el positivista Carnap y Popper, con el cual les une una gran amistad. Miembro de un grupo económico político y con cierta simpatía filosófica con Kant, son obligados a salir de Viena por la invasión nazi, Hayek pasa una temporada en la Universidad de Chicago, luego se dirige a Londres y termina en Friburgo. Es en su estadía en Inglaterra donde escribe su prestigioso libro “Camino de servidumbre”, escrito en 1944 , en plena segunda guerra mundial. La pretensión de este escrito era indicarles a los ingleses, y junto a ellos a quienes formaban parte del grupo Aliado contra Alemania, que ellos llevan en su seno los gérmenes de aquellos males a los cuales están combatiendo. Afirma en su introducción:

“No es la Alemania de Hitler, la Alemania de la guerra presente, aquella con la que Inglaterra ofrece ahora semejanza. Pero los que estudian la evolución de las ideas, difícilmente pueden dejar de ver que hay más que una semejanza superficial entre la marcha del pensamiento en Alemania durante la guerra anterior y tras ella y el curso actual de las ideas en Inglaterra (...) El autor ha consumido cerca de la mitad de su vida adulta en su Austria nativa, en estrecho contacto con la vida intelectual alemana, y la otra mitad en los Estados Unidos e Inglaterra. En la docena de años a lo largo de los cuales este país se ha convertido en su hogar, ha llegado a convencerse de que algunas, por lo menos, fuerzas que han destruido la libertad en Alemania están operando también aquí.”

Llama la atención el epígrafe “A todos los socialistas de todos los partidos” que va dedicado, tal vez, a modo de ironía y desafío al espíritu inglés y a la falta de visión histórica del desarrollo de las ideas que los intelectuales no han podido vislumbrar. Aquellos que aplauden o aplaudieron alguna forma de socialismo son responsables de las miserias de la guerra, parece ser la tesis del capítulo primero del libro que estamos citando. Reconoce en el socialismo una grave pérdida de la libertad que ingenuamente occidente ha ido olvidando, haciéndose eco de los cambios bruscos que el socialismo promete y que, le han merecido graves consecuencias.

“Hemos abandonado progresivamente aquella libertad en materia económica sin la cual jamás existió en el pasado libertad personal ni política. Aunque algunos de los mayores pensadores del siglo XIX, como Tocquevelle y Lord Acton, nos advirtieron que socialismo significa esclavitud, hemos marchado constantemente en la dirección del socialismo. Y ahora, cuando vemos surgir ante nuestros ojos una nueva forma de esclavitud, hemos olvidado tan completamente la advertencia, que rara vez se nos ocurre relacionar las dos cosas.”

Esta lectura condenatoria del socialismo le permite realizar una valoración positiva del individualismo, cuyos rasgos esenciales, Hayek, los encuentra en el cristianismo y en la filosofía clásica y que define como “el reconocimiento de sus propias opiniones y gustos como supremos en su propia esfera” . Tal vez, piensa Hayek, la mejor palabra que pueda describir la trascendencia actual del principio del individualismo es Tolerancia, pues conserva en plenitud aquello que hemos heredado de la cultura cristiana occidental. Es por ello necesario recuperar, hacer una trasformación de los sistemas estructurados rígidamente para dar cabida a la libertad, es decir, a los esfuerzos espontáneos que no estén sometidos al control de estos esfuerzos. La organización económica debe seguir el ejemplo de la ciencia que tuvo la capacidad de desarrollar la aptitud inventiva y libre del hombre y así alcanzar grandes avances en el plano científico tecnológico. El individualismo no es otra cosa que la rebelión del individuo contra su propia especie al permitir que el hombre pueda tomar conciencia de los alcances de su libertad y su ingenio, capaz de satisfacer nuevos órdenes y deseos, es decir, el triunfo frente a la posibilidad de determinar su propio destino. Esta ambición humana, loable para nuestro autor, fueron consideradas como obstáculos que impidieron su ulterior desarrollo. Por tanto, la mentalidad socialista viene a ser aquel obstáculo a la ambición humana que impide la libertad y desarrollo humanos que claramente significan un retroceso frente a todo lo conseguido, aunque el discurso socialista también reclame el derecho a la libertad tal y como lo promueve el liberalismo.

“El sutil cambio de significado a que fue sometida la palabra libertad para que esta argumentación se recibiese con aplauso es importante. Para los grandes apóstoles de la libertad política la palabra había significado libertad frente a la coerción, la libertad frente al poder arbitrario de otros hombres, supresión de los lazos que impiden al individuo toda elección y le obligan a obedecer las órdenes de un superior a quien está sujeto. La nueva libertad prometida, era en cambio, libertad frente a la indigencia, supresión del apremio de las circunstancias que, inevitablemente, nos limitan a todos el campo de elección, aunque a algunos muchos más que a otros. Antes de que el hombre pudiera ser verdaderamente libre había que destruir el despotismo de la indigencia física, había que abolir las trabas del sistema económico.”

A continuación, Hayek, establece que el problema principal es el medio por el cual se desea alcanzar este fin, es decir, el método por el cual se pretende llegar al socialismo. Uno de los esenciales es, según Hayek, la planificación económica, la que en el socialismo se reduce a una producción para el uso y no para el beneficio (económico), lo que en definitiva se transforma en beneficio para una elite gobernante, cosa que en nada difiere de aquello a lo cual presentan (los socialistas) tenaz oposición. No es mala la planificación, incluso es necesaria, lo que se critica es una determinada planificación que promueve una dirección centralizada de toda la actividad económica según un plan único que “determine la dirección explícita de los recursos de la sociedad, para servir a particulares fines por una vía determinada,” lo que sucede es, según Hayek es que los socialistas de todos los tonos se han apropiado de esta única forma de entender la planificación. A renglón seguido establece una defensa de los planteamientos del liberalismo y de lo que él entiende como el modo correcto de entender la planificación.

“La argumentación liberal defiende el mejor uso posible de las fuerzas de la competencia como método para coordinar los esfuerzos humanos, pero no es una argumentación a favor de dejar las cosas tal como están. Se basa en la convicción de que allí donde pueda crearse una competencia efectiva, esta es la mejor guía para conducir los esfuerzos individuales. N niega, antes bien, afirma que, si la competencia ha de actuar con ventaja requiere una estructura legal cuidadosamente pensada, y que ni las reglas del pasado ni las actuales están libres de graves defectos. Tampoco se niega que donde es imposible crear condiciones necesarias para hacer eficaz la competencia tenemos que acudir a otros métodos en la guía de la actividad económica. El liberalismo económico se opone, pues, a que la competencia sea suplantada por métodos inferiores para coordinar los esfuerzos individuales.”

A partir del párrafo anterior, Hayek, establece la importancia de la competencia efectiva, ampliando las posibilidades del mercado y dejando funcionar la libre iniciativa privada, por lo que se infiere la necesidad de restringir la acción del Estado como organizador de la economía, pero sin negar la función esencial de cierto margen de planificación de éste.

“El uso de la competencia como principio de organización social excluye ciertos tipos de interferencia coercitiva en la vida económica, pero admite otros que a veces pueden ayudar muy considerablemente a su operación e incluso requiere ciertas formas de intervención oficial.”

Es más preciso aún cuando establece que el rol adecuado del Estado significa, “El funcionamiento de la competencia no sólo exige una adecuada organización de ciertas instituciones como el dinero, los mercados y los canales de información – algunas de las cuales nunca pueden ser provistas adecuadamente por la empresa privada- sino que, depende sobre todo, de la existencia de un sistema legal apropiado, de un sistema legal dirigido, a la vez, a preservar la competencia y a lograr que ésta opere de la manera más beneficiosa posible. No es modo alguno suficiente que la ley reconozca el principio de la propiedad privada y de la libertad de contrato; mucho depende de la definición precisa del derecho de propiedad, según se aplique a diferentes cosas.”

Como vemos, esta reducción del Estado como garante de la libertad económica es el requisito primero para el funcionamiento de una necesaria economía de mercado. El rol fundamental de éste radica en generar las instancias normativas que permitan el fluir de las intencionalidades individuales y preserve el derecho a la propiedad privada. Este rol marginal es primordial porque permitirá a los agentes económicos privados saber a qué atenerse. “El conocimiento de que en tales situaciones el Estado actuará de una manera definida o exigirá que la gente se comporte de un cierto modo, es aportando como un medio que la gente puede utilizar al hacer sus propios planes.” “El Estado tiene que limitarse a establecer reglas aplicables a tipos generales de situaciones y tiene que conceder libertad a los individuos en todo lo que dependa de las circunstancias de tiempo y lugar.”

Es interesante notar la poca credibilidad que Hayek otorga a una ética integral que impregne de ciertos valores sociales a la vida humana. Basta tan solo que los individuos sean capaces de alcanzar sus propios fines mediante su esfuerzo personal; es el valor más importante. Este marcado énfasis en el carácter individualista del hombre en el plano económico le obliga a desechar cierta moral colectivista que sostiene que, para otorgar un mejor bien al colectivo hay que suprimir los beneficios individuales. Este hecho se fundamenta en la imposibilidad que el individuo pueda dar respuesta a otras necesidades que no sean las propias, pues ya el cumplir las propias es una ardua tarea y si en ello, puede dar respuesta a un cierto margen de necesidades sociales eso es de menor importancia.

“(...) el hecho indiscutible de que la limitación de nuestras facultades imaginativas sólo permite incluir en nuestra escala de valores un sector de las necesidades de la sociedad entera y que, hablando estrictamente, como sólo en las mentes individuales pueden existir escalas de valores no hay sino escalas parciales, escalas que son, inevitablemente diferentes y a menudo contradictorias entre sí. De esto el individualista concluye que debe dejarse a cada individuo, dentro de límites definidos según sus propios valores y preferencias antes que los de otro cualquiera.”

Esta entusiasmada centralidad del individuo a la que adhiere Hayek establece el reconocimiento del individuo mismo como juez supremo de sus fines, el único gobernante de sus propios intereses. Lo que le permite sostener que sólo el bien social se alcanzará por una coincidencia de fines individuales.

“Esta exposición no excluye, por lo demás, el reconocimiento de unos fines sociales, o mejor, de una coincidencia de fines individuales que aconseja a los hombres concertarse para su consecución. Pero limita esta acción común a los casos en que coinciden las opiniones individuales. Los que se llaman fines sociales son para ella simplemente fines idénticos de muchos individuos o fines a cuyo logro los individuos están dispuestos a contribuir, en pago de la asistencia que reciben para la satisfacción de sus propios deseos.”

Debido a esta concepción de la libertad humana, cargada de egoísmo social en la que los fines sociales sólo se entienden como coincidencias de deseos particulares es que Hayek expresa su desconfianza con el sistema democrático con ciertos límites de control, ya que éste, se puede transformar en una institución incapaz de responder a las necesidades de todos los ciudadanos sin caer en el desmedro de los intereses particulares. Sólo será atendible un sistema democrático cuando acepte y responda a esta libertad extrínseca (ser libre para), sin esta condición toda vía democrática se transformará en un fetiche que en nada responde a la esencia del hombre mismo.
Hasta aquí hemos desglosado las ideas que nos parecen importantes de nuestro autor en este texto. Pero dejémoslo para decir algo más de otro de sus escritos importantes “La constitución de la Libertad”, escrita en Estados Unidos, representa la expresión máxima de su pensamiento. En ella, un Hayek, ya madurado en sus ideas filosóficas y económicas, por lo que podemos establecer ciertos criterios de juicio acerca de su pensamiento. Para Hayek la libertad fue posible gracias a la disciplina de la civilización lo que posibilitó a su vez la disciplina de la libertad misma, es decir, ella es una conquista, el hombre no es por naturaleza libre; la sociedad libre se alcanza y se tiene debido al esfuerzo de los individuos. Según Godoy la intención de Hayek “no es reconstruir el liberalismo tradicional, sino de una nueva versión del mismo, en sentido estricto – señala -, (ser trata) de una recreación o refundación (...) Hayek retoma una cierta tradición liberal, relacionada con la libertad anglicana, como opuesta a la libertad galicana.”

Para Hayek la libertad es comprendida como “el estado en virtud del cual un hombre no se halla sujeto a la coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro o de otros” . Es decir, la libertad se comprende como independencia frente a la voluntad arbitraria de otros, de un tercero, sea concreto o abstracto. Es necesario en todo sistema en el que el hombre se erija como protagonista que a éste se le asegure siempre un ámbito de actividad privada, un cierto conjunto de circunstancias en las que nadie puede intervenir. Esta concepción negativa de la libertad en Hayek, sin lugar a dudas que determina, pero a la vez restringe su filosofía, es su fortaleza pero es su misma debilidad. Entender la libertad como ausencia de coacción implica suponer que la libertad humana sólo tiene un campo; aquel en el que hay ausencia de otro que reprima.


Mientras exista alguien que obligue, que imponga normas no seré libre y si no lo hay lo seré, parece ser la premisa liberal de hayek. La libertad así entendida, implica negarse a reconocer ciertas dimensiones de la libertad humana misma como posibilidad y capacidad humana de realizarse y de auto realizarse. Capacidad de desenvolvimiento incluso en circunstancias en las que sea imposible la actualidad de la libertad, es decir, la libertad implica posibilidad de realización pero también realización misma. Al reducir esta libertad sólo a la posibilidad de la acción libre como libertad para queda reducida toda visión antropológica y con ello, una interpretación inadecuada de la moralidad de los actos humanos en las que el valor absoluto será el individuo , dueño y creador de sus valores y sin reglas que interfieran en el desenvolvimiento de sus pasiones y deseos. Para Hayek una sociedad auténticamente libre es abierta, “en el sentido que Popper usa el término y en ese sentido no tiene un futuro que esté escrito de antemano, porque va a depender de lo que la gente haga con su vida y con sus actos”.

Resumiendo tenemos que concluir que Hayek y con él la tradición neoliberal funda entre sus principios fundamentales la idea de una sociedad donde la libertad es el pilar fundamental, pero no cualquier libertad ni tampoco de cualquier sujeto; la libertad del individuo que le permite estar liberado de toda represión, sólo esta libertad es la que constituirá la sociedad ideal y ésta deberá, si quiere ser una sociedad de hombres libres, erradicar toda coacción y el Estado es uno de ellos.

Sin duda que Hayek es el responsable de este resurgir liberal y él se encuentra como el ideólogo de esta nueva forma de entender al homo economicus neoliberal; orden espontáneo, minimización del Estado, acentuación de la libertad, etc. y es sin duda uno de los referentes necesarios para toda lectura seria de esta ideología.

2.2.1 LA PROPUESTA NEOLIBERAL

Expongamos pues, lo que a nuestro parecer son los elementos centrales del neoliberalismo a partir de Hayek; La propuesta neoliberal establece una importancia central a la competitividad, la privatización, la desregulación, la liberalización, la productividad, la flexibilidad, la excelencia (económica) y la movilidad. Estos valores son centrales en la organización no sólo económica sino también social. El neoliberalismo se presenta como una nueva ideología de derecha que en lo económico, como ya enunciamos, establece la propuesta de un Estado mínimo, cuyo papel es solamente de vigía o control del funcionamiento adecuado del mercado. Se cree que por que el Estado posee el monopolio del poder de coerción puede, por lo mismo, extralimitarse en el uso del mismo. Es por ello necesario que el Estado debiese velar por la existencia y vigencia de ciertas libertades básicas: libertad de pensamiento, de opinión, de asociación, de propiedad, derechos negativos y deberes de no dañar activamente a otras personas, etc. Según defensores de esta propuesta, el Estado mínimo permite salvaguardar el derecho a la propiedad privada. Esta centralidad de lo económico permea todas las demás realidades humanas. Es así que la democracia se ha de entender desde el prisma económico como una democracia de mercado, atendiendo al recelo que Hayek tiene de ella y que analizamos más arriba. Esta democracia de mercado tiene ciertas particularidades; en ella no se transan ideas nuevas sino que está centrada en el carácter pleonéxico de una elite gobernante que se reparte el poder en vistas al bien común, un sistema en el que la participación de la ciudadanía se reduce a las elecciones populares una vez cada cierto tiempo, al respeto irresoluto de los derechos comerciales ( = del consumidor) que reduce al ciudadano a mero consumidor. La democracia se transforma así en un mito en la que la ilusión de una participación activa de los ciudadanos choca con el mesianismo político de aquellos que se sienten predeterminados a ser los únicos portadores de la soberanía popular, dejando a grandes masas de personas en la apatía, el descontento y la crisis de credibilidad por las promesas que se hacen y no se cumplen. Esta mercantilización de la democracia la hace dependiente de los grandes centros financieros y supranacionales, tal es el peligro que podemos asistir a exigencias contrarias al espíritu político del país que puedan hacer estos conglomerados, cercano está el caso argentino para nuestra memoria o también puede existir el peligro que los partidos políticos se hagan dependientes del apoyo empresarial en la obtención de recursos para sus campañas que genere niveles de corrupción, con una falta de transparencia y ausencia de referentes éticos adecuados.

Será interesante notar en una lectura atenta de los regímenes democráticos en nuestro continente, la presencia de la matriz neoliberal en todos ellos. Aunque hoy asistimos a una nueva etapa caracterizada principalmente por la búsqueda del consenso de toda la sociedad en el futuro que queremos para todos. Según especialistas, América Latina, vive una nueva etapa en su consolidación política que pide a gritos un cambio social que permita una redistribución del poder, por medio de los métodos democráticos que presupongan el diálogo y el consenso en un nuevo orden institucional.

En la década de los noventa, el proceso de transición en nuestros países de los regímenes dictatoriales a los democráticos, tuvo como cualidad su carácter pactado. Más allá de los matices y especificaciones propias de las realidades nacionales, se puede constatar una matriz estructural de continuidad que refleja la recomposición hegemónica del bloque de poder dominante. Recomposición caracterizada por la redistribución del poder, producto de la alteración objetiva en el sistema de correlación de fuerzas. Es decir, no existió un aniquilamiento del actor dictatorial, sino más bien, el sistema económico generado en los regímenes autoritarios se mantuvo en todo el continente. El proceso de transición pactada en el continente tuvo las siguientes características:

1. Pervivencia de la institucionalidad dictatorial.
2. Preservación del poder político y militar de las fuerzas armadas.
3. Establecimiento de una democracia cupular.
4. Mantención y consolidación del poder económico neoliberal.
5. Los esfuerzos por ampliar los consensos, expresado en alianzas políticos- sociales.
6. El intento por esclarecer las violaciones a los derechos humanos que fueron característicos de los regímenes militares.
7. La revalorización de la ética en el plano político.
8. La emergencia, aunque tenue, de la Sociedad civil, expresada en movimientos de defensa de los derechos ciudadanos, de defensa y protección ecológica, de los derechos de los consumidores, etc.

Se produjo una necesidad de fundamentar un tipo de sociedad altamente excluyente que consolida la violencia y desigualdad estructural. Para ello, se adujo el fracaso del modelo centralizado de los sistemas colectivistas que eran propios de los países del bloque oriental (sistemas socialistas) determinando que ya no son válidos para las democracias occidentales. En cambio, se promueve un sistema que sobredimensiona los niveles macro - económicos como factores de desarrollo integral. En otras palabras, se produce un endiosamiento de una democracia de mercado, en la que a éste (el mercado) “se le conceptualiza como el espacio dentro del cual operan espontáneamente leyes naturales (mano invisible de Adam Smith) y donde concurren libremente los diferentes agentes de la actividad económica.” Como lo afirmábamos más arriba, el mercado tiene como presupuesto antropológico la libertad individual, como atributo humano primario, y del valor de la libertad como fuente generadora y referencial para todos los demás valores culturales. La libertad económica, es la principal forma de libertad y en la determinación del mercado como el espacio donde, se materializa la libertad humana. En palabras de Josgrilberg “el dios terreno de Hobbes, es apenas un dios que cuida a otro, mucho mayor, garantizándole su equilibrio, su salud y sus condiciones de seguridad”. Ya que el mercado es el mejor instrumento para satisfacer las necesidades humanas y para garantizar la libertad y el ejercicio de los derechos individuales de acceso a los recursos necesarios para la obtención de mayores beneficios, pues en el mercado existe una transparencia total. Esta fuerte presencia del liberalismo de mercado se debe, en gran parte, a que éste se cierne como el sistema triunfador, sobre las cenizas del colectivismo y sobre los platos rotos del Estado de bienestar o sistema capitalista mixto. El agotamiento del modelo colectivista, centrado en la planificación, llegó a hacer pensar a los más optimistas en el modelo liberal, y que vieron en el derrumbe del muro de Berlín en 1989, la manifestación del comienzo de una nueva etapa en la historia, o mejor dicho, en el fin de la misma, la implementación de una nueva forma de relaciones, fundadas en este nuevo modelo. Modelo que surge de la necesidad de reducir a un Estado que aparecía sobredimensionado en sus funciones, especialmente en Norteamérica y Europa. Se intentó limitar sus funciones, reduciéndolas a defensa exterior, seguridad interior, justicia. “Pero reducir el estado no significa sólo recortar sus campos de actuación, sino disminuir su actividad normativa, dejando el terreno más libre a la iniciativa privada”.

El ejercicio de la política se caracterizó, por lo tanto, por ser muy pragmático y con un fuerte sentido programático, que ha sido una forma menos rígida del proyecto social y político. Los gobiernos de la Concertación para la democracia en Chile, así como el acuerdo patriótico y el pacto por la democracia en Bolivia son algunos ejemplos. Sin embargo, la política ha dejado de ser una instancia de encuentro y debate de ideas y de proyectos de sociedad. Poco a poco, la apatía de nuestras sociedades ha alcanzado ribetes muy amplios. Esto provocado, por un sistema político (neoliberal) de exclusión, donde el poder es el único criterio para acceder al campo político. Como magistralmente lo afirma Macpherson;

“...este modelo tiene como supuesto que los políticos y los votantes sean maximizadores racionales y actuaban en circunstancias de libre competencia política, con el resultado de la distribución óptima de las energías y bienes políticos. El objetivo de la democracia es, tomar de los deseos de la gente como es y no contribuir a lo que es o podría ser la gente, es sencillamente un mecanismo de mercado”.

La democracia en América Latina, así como en gran parte de occidente, tiene un carácter eminentemente cupular, donde el ideal griego oligárquico (que los dirigentes políticos latinoamericanos confunden con democracia) entiende que el poder político sólo puede ejercerlo una minoría selecta y distinguida por su talento.

Sin embargo lo anterior, y para ser ecuánimes en nuestro bosquejo debemos decir que este proceso de democratización que se inició en el continente en los años noventa, tiene las ventajas de poner en primer plano la expansión del respeto de los derechos humanos, el restablecimiento de las instancias de votación popular, aunque en muchos de nuestros países éstos fueron altamente distorsionados por la subsistencia de una institucionalidad excluyente y rígida o por una institucionalidad heredada de los regímenes de dictaduras.

A diferencia del liberalismo social representado por el utilitarismo de Bentham y J.S. Mill, el neoliberalismo pretende desmarcarse de toda referencia a la democracia. Recordemos que el utilitarismo constituye una forma renovada de hedonismo, pero que a diferencia del anterior, adopta un carácter más social carente en la escuela epicúrea. Bentham y Mill establecen que lo que mueve a los hombres a actuar es la búsqueda del placer, pero considera que todos tenemos unos sentimientos sociales, entre los que destaca el de la simpatía, ésta nos permite darnos cuenta de que los demás también desean alcanzar el mencionado placer. Los utilitaristas anglosajones pensarán que el fin moral del ser humano es alcanzar la máxima felicidad, es decir, el mayor placer para el mayor número de seres vivos. Por lo tanto, ante cualquier elección, obrará correctamente quien opte por la acción que proporcione la mayor felicidad para el mayor número de personas. Este presupuesto que fundamenta la idea de democracia en occidente es la que, como hemos visto, rechaza Hayek y los más tenaces defensores del neoliberalismo. Esta desconfianza en la democracia es sencillamente porque pone en peligro la catalaxia, el orden espontáneo. Ello significa la necesaria supervivencia de un gobierno liberal autoritario con un sistema económico de mercado porque “una democracia sin trabas milita contra el mercado”.

Por lo tanto, la democracia será buena o dañina para una sociedad si ésta sirve o no sirve a los ideales del mercado, es decir, mientras la democracia entregue seguridad interior, libertad individual y respeto al orden espontáneo, entonces la democracia es un valor a defender. Pero mientras no sea capaz de defender la libertad económica y el orden espontáneo habrá que tener cierto cuidado con ella. En esto los neoliberales siguen el postulado de Smith cuando sostiene que “la economía se muestra más poderosa que la política, pareciendo tener vida propia, y no teniendo nada que ver con el mundo de lo ético”

“Si los valores (de la democracia) llevan a la planificación colectivista, (es perfectamente posible que las mayorías voten por un sistema de economía planificada) entonces no sirve. De donde puede también afirmar que a menudo ha existido una libertad cultural y espiritual mayor bajo un régimen autocrático que bajo algunas democracias. Mientras más homogénea sea la mayoría en un gobierno, éste puede ser tan opresivo como la peor dictadura. De allí que el totalitarismo pueda co-existir con la democracia. Para Hayek es muy peligroso la moda de ver en la democracia el principal valor. El poder puede perfectamente ser democráticamente adquirida y arbitrario. No es la fuente, sino la limitación del poder lo que impide a éste ser arbitrario.”

Desde su implementación como praxis política y económica en los gobiernos de Thatcher en Inglaterra (1979) y Reagan en Estado Unidos (1980) donde el lema “Menos Estado y más sociedad” o la frase célebre del presidente norteamericano afirmando que “el Estado no es la solución sino que es el problema” es que se evidencia una mayor importancia del mercado y la fuerte presencia de los agentes privados en la actividad económica, ya que el mercado es más eficiente al momento de utilizar los recursos de la sociedad. Afirma Camacho que, “La ineficiencia del Estado, y el despilfarro de recursos que acompaña a su actividad, es la principal razón para optar por un mercado cada vez menos intervenido.la competencia en el mercado es el principal motor de la economía, el factor más eficaz para la asignación de recursos. La competitividad se convierte así en la condición esencial para salir airoso de esa lucha de cada día que se da en el mercado.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.