jueves, 11 de diciembre de 2008

RELACIONES ENTRE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN




Ante la situación de injusticia, de pobreza y marginalidad que sufren muchos hombres y mujeres de nuestro continente y la necesaria búsqueda de soluciones a esta situación que interroga la conciencia de los cristianos. La necesaria promoción de la persona humana, inspirada en el mensaje evangélico, han urgido diversas respuestas al acontecer socio - `político y económico en el que se desea liberar de esta condición de opresión- negación en el que viven miles de seres humanos, hermanos nuestros, que son vistos a la luz de la fe como “los rostros concretos de Cristo que nos cuestiona e interpela”

Históricamente se han dado dos mediaciones que han intentado dar una respuesta, unas veces concreta y otras no tanto, de la problemática antes descrita desde el compromiso cristiano: La Doctrina Social de la Iglesia y la Teología de la Liberación.

Intentaremos en este trabajo analizar las relaciones que existen entre estas dos disciplinas, que al decir del P. Fernando Montes, no han ido muy de la mano. No será nuestra intención, pues, detenernos a resaltar las diferencias, sino que por el contrario, atisbaremos algunas pistas para el diálogo más fraterno y más fecundo entre ambas.

Debido a que esta temática nos puede ocupar una buena cantidad de tiempo, ya que la bibliografía es riquísima y los aportes muy diversos en estas dos áreas. Hemos circunscrito nuestro ensayo a tres artículos que me parece pueden introducirnos a la temática. El primero de los artículos se refiere a la instrucción de la congregación para la Doctrina de la fe referida a la teología de la liberación; “Libertatis conscientia”, el artículo de Clodovis Boff ” Doctrina Social de la Iglesia y Teología de la Liberación, prácticas sociales opuestas”, y la ponencia del actual rector de nuestra Universidad P. Fernando Montes s.j. en el primer congreso latinoamericano de la DSI; “aportes de la teología de la liberación a la Doctrina Social de la Iglesia”.

Para una mejor comprensión de este ensayo nos propondremos exponer reducidamente cada uno de los artículos, determinando en un segundo momento las relaciones que de ellos obtengamos entre Teología de la Liberación (TL) y Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y concluiremos con algunas interrogantes que surjan del debate.

I. Debate en torno a la teología de la liberación

Hablar aquí acerca del debate que se ha originado en torno a la teología de la liberación es muy complejo analizarlo detalladamente y creo que puede ser útil decir algo sobre el desarrollo de este intento teológico.

Como lo afirma G. Gutiérrez “toda teología es una palabra sobre Dios. En última instancia, Dios es su único tema. Ahora bien, el Dios de Jesucristo se presenta como un misterio; por tanto, una sana teología es consciente de intentar algo muy difícil, por no decir imposible, el querer pensar y hablar acerca de ese misterio (...) pero al mismo tiempo, este Dios es un misterio que debe ser comunicado, que no debe permanecer secreto, que significa vida para toda persona. El misterio se revela en la contemplación y en la solidaridad con los pobres; es lo que llamamos el acto primero, la vida cristiana; sólo después, esta vida puede inspirar un razonamiento en el acto segundo”[1]

La Teología de la liberación surge ligada a la situación de miseria y pobreza en América Latina, de la cual los pobres han tomado conciencia y han irrumpido en la historia buscando su liberación. En este proceso los cristianos han jugado un rol activo que les ha llevado a una nueva experiencia de fe. De esta experiencia, que anteriormente nos remitía Gutiérrez, han llevado a reflexionar teológicamente y buscar un método adecuado para ello, no ya desde la utilización del constructo abstracto de la teología clásica, centrada en la reflexión académica e intelectual de las universidades y de los seminarios, por tanto, más teórica y centrada en la razón teológica, sino teniendo como mediación a las ciencias humanas, especialmente el método marxista de explicación de la historia y de los movimientos sociales[2]. Esto le ha significado a este tipo de teología la condena del Vaticano II a través de dos instrucciones de la congregación para la doctrina de la fe (LN y LC)[3]

A partir de Medellín, la Iglesia latinoamericana se apropia del magisterio del concilio Vaticano II. Hubo una mayor preocupación a la historia concreta y a los acontecimientos en los que podíamos ver los signos de los tiempos. Se articula en las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla un método teológico para la reflexión pastoral centrados en el ver, juzgar y actuar. Esto le permitió a la teología latinoamericana ver la realidad desde dentro, desde el compromiso práctico con la situación compartida de los oprimidos y con su lucha esforzada por su liberación.

II. Teología de la Liberación y Doctrina Social de la Iglesia

Aunque hay posturas que son más conciliadoras en ambos sectores.[4] No podemos decir que la Teología de la Liberación y la Doctrina Social de la Iglesia han convivido desde el nacimiento de la primera en una hermosa armonía, sino que ha existido una seria confrontación entre ambas. Se ha entendido a estas dos disciplinas como en pugna por un mismo espacio de reflexión y espacio del compromiso cristiano. La TL vendría a ocupar el vacío pastoral que habría dejado la DSI. Esto se debe, según algunos teólogos de la Liberación, al vocablo académico, doctrinal, eclesiástico, ajeno al mundo obrero, campesino y popular que, a pesar, de hacer referencias a los derechos y reivindicaciones de estos grupos sociales.

Desde la DSI se acusa a la TL de un uso excesivo del análisis marxista para acercarse a la realidad. Pero algunos van mucho más allá afirmando que ella está influenciada completamente por este tipo de ideología. Por otro lado, como la Afirma E. Rivas “Para los teólogos de la Liberación (..) La DSI sigue rechazando el socialismo e insistiendo en que el sistema capitalista es reformable, limitándose a proponer cambios desde el interior de su estructura cuando lo que se necesita en forma urgente es destruirlo sustituyéndolo por otro cualitativamente distinto que no puede ser sino el socialismo ya que no existen las así llamadas terceras vías.” [5]

C. Boff afirma en su artículo que la DSI en América Latina no ha tenido un efecto importante como la tuvo la TL. En este artículo se afirma que la Doctrina social de la Iglesia es poco conocida, y por ello, poco seguida y que sólo es seguida por los Partidos Demócratas Cristianos, en ciertas corrientes reformistas de la acción católica y en los movimientos de base, pero ya con otra perspectiva. Se afirma también que la DSI solamente es utilizada para sensibilizar al público sobre la cuestión social, pues ella tiene la fuerza particular de ser la voz del pastor supremo de la Iglesia con lo que se ha ganado siempre personas y grupos para la causa de la justicia social. Otra de la utilidades que la DSI ha prestado en América Latina ha sido la de justificar doctrinalmente ciertas decisiones de la Iglesia que han tenido algunas oposiciones entre los cristianos. Ella ha servido para frenar la acción social de la Iglesia, especialmente por parte de los gobiernos.[6]

Por último, nos expone nuestro autor, que la DSI ha significado una confirmación y reafirmación de la práxis histórica concreta de las comunidades cristianas. Boff sintetiza el aporte que la DSI hace a la ética social cristiana desde América latina como propedéutica, apologética y parenética, pero es insuficiente para afrontar adecuadamente la realidad y la tarea de transformarla.[7] La Teología de la Liberación vino a ocupar el espacio dejado por la DSI y propuso una resituación de la fe de la Iglesia y presentándola con una renovada vitalidad. [8]Nos parece que la Teología de la Liberación en su momento encendió la luz roja sobre un vacío; “La Iglesia no formulaba su doctrina con suficiente mordiente histórica para encarar los graves conflictos en América Latina. Este tipo de teología pretendió darle vigencia histórica al pasado y que es juzgado no siempre con justicia, como un elemento regresivo en la lucha ideológica”[9]
La TL ha contribuido a crear una sensibilidad eclesial nueva ante los problemas que estaba sufriendo América Latina. Dejó de estar a la defensiva ante los cambios que se estaban produciendo en el continente, asumiendo la situación existente. Esta comprensión y asimilación de la realidad coyuntural se produjo a través de las conferencias episcopales especialmente de Medellín y Puebla. En esta última, se afirma que se reconoce en la situación de extrema pobreza en América latina los rostros concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela.[10]

Otro de los elementos que nos merece la atención es a la diferencia entre ambas disciplinas. Una (DSI) se presenta como un cuerpo doctrinal cuyo sujeto es el magisterio de la Iglesia, el que a través de las encíclicas sociales, exhortaciones, concilios, conferencias episcopales que ya tienen larga data. Mientras en la Teología de la Liberación es el fruto de la reflexión de un teólogo, quien contrasta la Palabra de Dios con la vivencia de la fe de los cristianos en la práxis histórica concreta. Reflexión que está orientado por la Iglesia a través del papa y los pastores.

III. Aportes mutuos entre teología de la Liberación y Doctrina Social de la Iglesia

El P. Montes afirma que “la Teología de la Liberación, al menos en América latina, ha ayudado a ubicar históricamente las formulaciones de la doctrina Social ayudando a generar una mayor sensibilidad al lugar de origen, a los destinatarios y a las consecuencias pastorales.”[11] Esto se ve confirmado con el recurso marcadamente más pastoral que en los últimos años han tenido los documentos episcopales (especialmente Medellín y Puebla) y las homilías de Juan Pablo II y las visitas apostólicas. Este aporte se aprecia cuando se reconoce el papel que esta ha jugado: “en la medida en que se esfuerza por encontrar respuestas justas, penetradas de comprensión con la experiencia de la Iglesia, tan eficaces y constructivas cuando sea posible y al mismo tiempo en armonía y coherencia con las enseñanzas del Evangelio, de la tradición viva de la Iglesia, la teología de la liberación no sólo es oportuna sino útil y necesaria.”[12]

El Concilio afirma en la Gaudium et Spes que la Iglesia está cerca y comparte con los hombres y mujeres de nuestro tiempo todas sus angustias, temores y esperanzas. En forma especial la Iglesia se hace solidaria con el sufrimiento y el dolor de los más pobres (GS 1) En el número 4 de la Gaudium et Spes el concilio da cuenta de las situaciones de miseria que rodeaban a millones de seres humanos que son una negación de la vocación humana al plan querido por Dios; es decir, la pobreza es contraria al plan divino y la práctica cristiana debe proponer la igualdad y la justicia social, afirma el concilio “que las desigualdades económicas y sociales son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz internacional”(GS 29) La teología de la Liberación ha tenido como aporte importante el poner de relieve la relación entre justicia y fe, que si bien han sido tratados por la DSI, desde la óptica de la Teología de la Liberación recobra nueva vigencia y urgencia. Los Pueblos dominados, clases sociales explotadas, razas despreciadas y culturas marginadas, fue una fórmula frecuente,” a la que se sumó permanente referencia a la discriminación de la mujer ,para hablar de la injusta situación de los pobres en el marco de la teología de la liberación. “[13]Se busca con ello hacer notar que el pobre, que pertenece de hecho a un grupo social, vive en una situación de inhumana miseria y de pobreza antievangélica.

La Instrucción sobre libertad cristiana y liberación afirma en relación con esto que la misión de la práctica cristiana no debe ser reducida a la dimensión socio ética sino que la liberación y su práxis deben ser entendida como un acontecimiento salvífico. “La liberación radical obrada por Cristo le asigna una gran tarea; la práxis cristiana, que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor (Nº 71). Algo parecido se afirma en la conclusión, “La liberación en su primordial significación que es soteriológica, se prolonga de este modo en tarea liberadora y exigencia ética (Nº 99) Es por tanto, papel de la práxis liberadora de la Iglesia el purificar las graves ambigüedades sobre el sentido mismo de la libertad se ha infiltrado en el interior de los movimientos liberadores. En este sentido la DSI sirve como criterio iluminador para la práxis histórica de la teología de la liberación, entregándoles criterios de juicio universales que se pueden perder de vista al estar inmersos en una situación determinada.

Ya con Pablo VI la Iglesia comienza a tener otra postura en relación con las ciencias sociales en general. El `pontífice afirma que “la Iglesia tiene confianza en esas investigaciones e invita a los cristianos a tomar parte activa en ellas”[14] Esto significaba que el diálogo entre ciencias y teología tenía ahora unos criterios más claros y definidos y se motivaba a los cristianos a usar las herramientas que le entregaban las ciencias. En particular se afirma de la Teología de la liberación que ella debe superar el mito de lo científico, confrontar sus aportes de las distintas ciencias y perspectivas, prestando atención a la pluralidad de los métodos y de los puntos de vista: Las ciencias al insistir en una perspectiva particular, escapan a la visi´´on unitaria del problema, etc.[15]

Pero uno de los aspectos que resaltan con mayor nitidez, y que según mi opinión es uno de los aportes destacados de la teología de la liberación a la teología y moral de la Iglesia, es el destinatario de su reflexión. La teología y la moral cristiana europea tenían como principales interlocutores el mundo universitario, de las facultades de teología, el mundo científico. La teología de la Liberación se entiende a sí misma como una reflexión segunda del pueblo creyente. No será gatillada ya por la pregunta del cómo articular ciencia y fe, teología y vida. La pregunta es cómo hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, desde el escándalo de ver al hombre oprimido y deshumanizado, especialmente en un continente donde la mayoría se confiesa cristiano y católico. Por ello este tipo de teología utilizó el método marxista para que sirviera de intérprete de la realidad. Rivas afirma que “A diferencia de la DSI la TL pretende repensar toda la teología y cada uno de sus tratados, con un método nuevo y a partir de la práxis de los cristianos comprometidos con la realidad sufriente de nuestra América mestiza, constituyendo dicha práxis un “Locus theologicus” (lugar teológico) privilegiado. Como para realizar dicha tarea se necesita un método de análisis de la realidad, se le pide prestado al marxismo.”[16]

La teología de la Liberación tiene una función crítica sobre la práctica pastoral de la Iglesia y la relación de la Iglesia con el mundo. El objetivo de la crítica hecha por la teología de la liberación; “De este modo, la teología de la liberación es comprendida como acto segundo, siendo el acto primero la práxis de liberación, ante todo de los cristianos, en un contexto histórico de injusticia y opresión. Por tanto, la teología de la Liberación no hubiera sido posible sin la toma de conciencia de la situación histórica estructural, la consiguiente opción por el pobre y el compromiso con su liberación de parte de numerosos miembros del pueblo latinoamericano, formado en gran parte por pobres.”[17]

Uno de los aportes que puede hacer la TL a la DSI, y que lo ha hecho, es subrayar el papel hermenéutico y el lugar social donde se interpreta la misma doctrina social de la Iglesia. A este respecto, la TL realiza una “reinterpretación” de las escrituras a la luz de los acontecimientos para descubrir en ellos el mensaje de liberación[18] Posición criticada largamente por la Iglesia, especialmente por Juan Pablo II en su discurso inaugural en Puebla., pero sin embargo, la DSI ha significado un impulso, renovación y enriquecimiento de la DSI. Ella (la TL ) ha leído la historia desde su reverso, desde el lugar de los pobres, de los marginados, de los olvidados/negados/excluidos de la sociedad e iniciando con ellos la práctica de su liberación. Esto, según el P. Montes, ha significado otorgarles una centralidad que nunca se le había dado. “Comentando muchas veces el libro del Exodo, subrayando los aspectos de liberación social y política que allí se narran; se resalta la figura de los profetas, sobre todo en su aspecto de denuncia; se busca la inspiración en el Jesús histórico que evangeliza a los pobres, que comparte la vida con ellos hasta identificarse con los hambrientos, los encarcelados y los que tienen sed, más que en el Cristo de la fe o el de las ulteriores fórmulas cristológicas”[19] La teología de la Liberación ha nacido en el contexto de la periferia, es decir, en el reverso de la historia. Mientras la DSI surge en círculos más bien académicos que piensan la situación con una inspiración más general y universal.

Uno de los aportes centrales que ha realizado la Teología de la Liberación, y que hemos esbozado en algunos párrafos de este ensayo, es el de la opción preferencial por los pobres. Aunque no queremos decir con esto que el tema de los pobres se haya comenzado a tocar en la Iglesia recién cuando la TL lo puso en el tapete, pero sí tenemos que afirmar que la TL le otorgó una significación profunda y central. Los pobres, desde el punto de vista bíblico es una categoría mucho más amplia que la denominación socioeconómica, de clase o colectividad, que entrega el marxismo. Para la Biblia los pobres son aquellos que no pueden ser considerados fuerzas históricas, pues carecen de conciencia crítica, ya sea por estar limitados física y psicológicamente para una acción eficaz. [20] Se tuvieron que hacer muchas rectificaciones a esta opción por los pobres para que no se convirtiera en una opción exclusiva y excluyente o para no caer en categorías sociológicas y para no entenderla en la línea de la lucha de clases marxista[21]. El término opción preferencial por los pobres se comenzó a usar reiteradamente por los documentos eclesiales e incluso, como apunta el mismo P. Montes, Juan Pablo II asumió como propia la actitud del episcopado latinoamericano al afirmar: “(...) Aprovecho gozosamente esta oportunidad para repetir que el compromiso de los pobres constituye una razón dominante de mi acción pastoral, la constante solicitud que acompaña mi servicio cotidiano al Pueblo de Dios. He hecho y sigo haciendo más esta opción y me identifico con ella. Y siento que no puede ser de otra manera, porque éste es el mensaje eterno del Evangelio. Así lo hizo Cristo, así lo hicieron los apóstoles, así lo ha hecho la Iglesia en el curso de su historia dos veces milenaria. Frente a las formas actuales de explotación del pobre, laa Iglesia no puede callar... Sí, la Iglesia hace suya la opción por los pobres."[22]

Para la Teología de la Liberación convertirse a Cristo significa hacerse hermano con el pobre. El llamado a la conversión significa un compromiso concreto con el pobre. Una opción a la que todos están llamados. Aseguran que la división entre ricos y pobres es un pecado, que no es querida por Dios. Hay que denunciarla y superarla. Por otro lado, la teología de la liberación ha ido incluyendo los principios de subsidiariedad y solidaridad propios de la doctrina social de la Iglesia y esta última ha clarificado más los principios antes mencionado desde la opción por los pobres.

Creo que uno de los valores que la teología de la liberación ha entregado mayores herramientas bíblicas para enfrentar los temas sociales. "Los conflictos y las esperanzas del hombre fueron más directamente confrontados con la revelación".[23] Este recurso bíblico tiene como acontecimientos paradigmáticos; el éxodo, el reinado de Dios. Las críticas a la doctrina social de la Iglesia pasan por una referencia mucho más clara a lo filosófico y teológico. Mientras tanto, la Escritura queda de lado. El corte racionalista, iusnaturalista y poco inspirada en la palabra de Dios le han significado las críticas del mundo protestante[24]

Un último aporte que podemos tratar es el concepto de "liberación". Este aporte es importante ya que es un término que se ha ido utilizando por los documentos eclesiales (baste mirar el vocabulario de la LC y de la LE) Este término, bien creemos, no puede ser reducido para explicar solamente a lo sociopolítico. El término que es mucho más rico, desde el punto de vista antropológico, intenta ser una explicación de la realización de los anhelos en los que se articula la existencia humana.

A modo de conclusión

No podemos negar el aporte que este nuevo intento de reflexión de la fe desde las situaciones de pobreza se han intentado articular desde nuestro continente. La teología de la liberación ha significado, sin lugar a dudas, un aporte significativo y concreto de las esperanzas de muchas personas que sufren el flagelo de la pobreza. Ella ha sido un intento por actualizar el mensaje evangélico en las realidades concretas y ha sido un nuevo re pensar la fe en diálogo siempre sincero y cercano con las ciencias sociales. No podemos negar que el uso, a veces poco discernido del análisis marxista, ha permitido a la Iglesia realizar una mirada mucho más profunda de los conflictos sociales.

Otro de los aportes que hemos descrito es el que la Teología de la Liberación ha puesto como destinatarios de su reflexión no ya los círculos intelectuales, llámese medios universitarios, centros científicos o de ateísmo teórico. Los destinatarios de este tipo de teología han sido los pobres, su situación inhumana y necesitada de liberación. Ella ha permitido darle un nuevo impulso a la opción evangélica por los pobres, precisamente allí donde la DSI no se mostraba clara ella ha sido lo más directa posible; la pobreza y la opresión no es evangélica. Pero la pregunta que surge es, ¿Hasta qué punto la relectura del evangelio no es una lectura cargada de matices materialistas e históricos, a modo del análisis marxista? Y si eso fuera así ¿No seguiría teniendo el valor propio de un intento por acercar las ciencias humanas al mensaje evangélico? No es acaso, la teología de la liberación con su recurso abundante a los textos bíblicos lo más propio de toda teología que se precia de cristiana y que tiene en la revelación bíblica su fuente más originaria. Y lo más propio de toda moral que se precie de lo mismo.

La teología de la liberación ha permitido acercar la Iglesia al mundo de los pobres. Cuestión que se destaca en la segunda instrucción sobre esta corriente teológica. Según ella el papel de los teólogos ha de ser la de ayudar que la fe del pueblo de los pobres se exprese con claridad y se traduzca en la vida, mediante la profundidad del plan de salvación. ¿No es acaso el objetivo de tantos militantes cristianos que han hecho suya este tipo de pensamiento?

La opción por los pobres, aunque no excluyente pero si preferencial, ¿no es acaso la opción radical de Jesús al predicar el reinado de Dios que invitaba a los más poderosos a compartir sus bienes y dárselo a los pobres? Y ¿No es acaso la primera bienaventuranza una expresión clara de esta opción? Hemos visto con mucha alegría cómo la Iglesia ha hecho suya esta opción, clarificándola y profundizándola mucho más. Este aporte concreto a la DSI que se mostraba lejana de este mundo, aunque no querida por ella misma, con su vocabulario escolástico, muy poco cercano a los pobres y casi sin muestras de compromiso concreto con una determinada realidad.

Creemos que para exista un dialogo sincero entre estas disciplinas se requiere de una actitud abierta a aceptar las críticas, errores y ventajas. Una vez que los exponentes de ambas disciplinas miren a la otra como si fuera un enemigo al que hay que combatir estaríamos entrando a una nueva etapa de este diálogo. Creo firmemente que esto se está llevando a cabo y esperamos en Dios que dos instancias de reflexión tan ricas, una en el ámbito general y universal y otra desde la perspectiva militante concreta, pueden seguir sirviendo y aportando a la Iglesia para que sea de verdad experta en humanidad y cercana a los más postergados.
[1] Gustavo Gutierrez, Teología y Espiritualidad, Tesis para la obtención del Doctorado en Teología, Ed. REHUE, Santiago de Chile, 1990.

[2] No concuerdo con la reseña histórica de nuestro rector que afirma que” la TL no surge en las comunidades de base ni es inicialmente propiciada por los pastores dedicados al trabajo con los más pobres. Ella surge, según nuestro autor, de un medio universitario, aunque no en las facultades de teología, sus primeros gestores fueron capellanes universitarios, para responder al desafío que significaba el desencanto frente a la Iglesia por parte de los jóvenes “. Creo que esto significaría quitarle la originalidad y perspectiva de este tipo de teología que es respuesta a la situación de pobreza y opresión que viven muchos hermanos.

[3] Instrucciones que fueron muy difundidas. La primera de ellas “Libertatis Nuntuis” trajo como consecuencia que se silenciara a Leonardo Boff.

[4] Tal es la postura de la Ponencia del rector de nuestra Universidad en el Primer congreso de DSI en América Latina. Afirma nuestro autor “El (San Ignacio) nos invita a estar siempre dispuestos y prontos como buenos cristianos, a salvar la preposición del prójimo antes que condenarla, evitando apasionadas discusiones semánticas. Y en, una actitud de búsqueda de la verdad, ir al fondo de las cosas con espíritu de caridad, asumiendo las intenciones profundas, al mismo tiempo corrigiendo responsablemente los errores. Se trata de una aplicación práctica del principio de Santo Tomás que nadie está tan lejos de la verdad que no tenga algo de esa verdad.

[5] Ezequiel Rivas, “Doctrina Social de la Iglesia y Teología de la Liberación, ensayo de Discernimiento, en Debate en torno a la teología de la liberación, ILADES, 1984.

[6] Clodovis Boff , Doctrina Social de la Iglesia y Teología de la Liberación ¿Prácticas sociales opuestas?, Concilium 170, Año XVII, 1981.

[7] Ibid, O.C. pág. 470.

[8] Montes Fernando, Ibid. Pág. 736.

[9] Ibid. O.C.

[10] Documento de Puebla Nº 30.

[11] F. Montes, Ibid. Pág. 736.

[12] Mensaje de Juan Pablo II a la conferencia Episcopal Brasileña. Citada por F. Montes en O.C. pág. 733.

[13] Gutierrez, G; Pobre y opción fundamental.

[14] Pablo VI, Octegésima Adveniens 40.

[15] LN VII, 4; 5; 10.

[16] E. Rivas; o.c. pág. 182.

[17] Scannone; Teología de la liberación, en H. Fries, conceptos fundamentales de la teología, Madrid, 1979.

[18] Montes, Fernando; O.C. pág. 738.

[19] Ibid.

[20] Ibid.

[21] Ibid. Pág.743.

[22] Ibid

[23] Ibid.

[24] Ibid.

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