martes, 3 de noviembre de 2009

A propósito de la selección Nacional y la Política


Cuando el día sábado 10 de octubre la selección chilena de fútbol conseguía ganarle a Colombia, nuestros compatriotas salieron a celebrar enfervorizadamente por nuestras calles y avenidas tan inolvidable acontecimiento. Habíamos logrado llegar al mundial luego de muchos años de esfuerzo e imposibilitados de hacerlo. Los medios de comunicación justifican la algarabía con esos argumentos que llegaban a comparar este acontecimiento con aquellos de los más sublimes de la experiencia humana. Algunos honorables diputados luego de tan profunda reflexión deciden presentar un proyecto de ley para otorgar por gracia la nacionalidad chilena a tan destacado entrenador, queriendo con ello retribuir a dicho extranjero los momentos de éxtasis desenfrenados que tuvieron los chilenos en sucesivos encuentros de hora y media cada mes.

Los candidatos a cargos públicos, por su parte, agregaban a sus discursos políticos arengas arraigadas de cierto chilenismo futbolizado. Algún connotado periodista, de aquellos que siempre hablan sin decir mucho, nos ha recordado que el pan es más rico al día siguiente de un triunfo de la selección.

Sin lugar a dudas que estos hechos son un muestrario de las garras abrazadoras del mercado en todas sus formas y en todos los niveles. Una muestra de la astucia del mercado que envuelve y vende todo; hasta el ocio es vendible. Ya lo afirmaba la filòsofa Hanna Arendt que todo es consumible, decía:

“el problema relativamente nuevo de la sociedad de masas es quizás más serio, pero no por las masas mismas, sino porque, esencialmente, ésta es una sociedad de consumidores donde el tiempo de ocio ya no se usa para el perfeccionamiento personal, sino para más y más consumo y más y más entretenimiento… La cuestión es que una sociedad de consumo posiblemente no puede saber cómo hacerse cargo de un mundo…porque la actitud central hacia todos los objetos, la actitud del consumo, lleva la ruina a todo lo que toca.”

Esto evidencia lo que ya decía Nietzsche en Así habló Zaratustra “Lleno de bufones solemnes está el mercado - ¡y el pueblo se gloría de sus grandes hombres! Estos son para él los señores del momento.” Los poderes abarcadores y contagiosos del consumismo de la entretención que llega incluso a los niveles más altos de nuestra oligarquía política y que nos hacen olvidar por unos momentos grandes temas que son de bien común a todos los ciudadanos.

El fútbol así como en su momento el tenis de las olimpiadas, y así todo aquello que es vendible, ranqueable, evadible, es mejor entregárselo al pueblo para que no insista con sus necesidades y requerimientos. ¿No es acaso el pan más rico después que gana la selección? ¿ y qué pasa con aquellos que no lo tienen? ¿hay que entregar más recursos al pueblo para el deporte? ¿ y que pasa con aquellos que no tienen trabajo para educar a sus hijos y alimentar sus pequeños estómagos para hacer deporte?

Si queremos hacer grande a nuestro país tendremos que atrevernos a combatir la liviandad de los espectáculos, la superficialidad de los argumentos y la impulsividad del consumo y generar los espacios de humanización necesarios en los cuales nos atrevamos a celebrar realmente aquello que sea digno de ser celebrado.

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